Mostrando entradas con la etiqueta The Beatles. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta The Beatles. Mostrar todas las entradas

jueves, 12 de febrero de 2015

LA PÁGINA DEL SEÑOR SNOID: CINE Y ROCK, UNA RELACIÓN CONTRA NATURA (II)

Por el señor Snoid
(http://www.blogger.com/profile/03871000575405204963)  


Rock y cine español: Suck it to me

Pues sí que hay una biografía de Bruno Lomas, ¡Chico, chica Boom!, aunque muy alejada de la verdad histórica y demasiado temprana (1969) para que nos ilustrara adecuadamente sobre la espantosa decadencia del ídolo. Haría falta además explotar el talento y la veta sórdida de un Zulueta o de un Villaronga para adentrarse en los aspectos más falleros del reino de Valencia, que es el telón de fondo de las aventuras más siniestras de nuestro héroe. Sin embargo, las pelis de Richard Lester con los Beatles dieron un empujón al cine patrio y montones de artistazos tuvieron sus films: los Bravos, Raphael (el niño de El Pardo), Massiel, Serrat y varios más. Probablemente la cumbre sesentera se alcanzó con la abstracta obra de ciencia ficción metafísica Juan y Junior en un mundo diferente, incursión en el cine fantástico más extremo que no se parece mucho a la anterior –e infinitamente mejor– obra de Olea, El bosque del lobo. También se podría salvar Un, dos, tres, al escondite inglés de Zulueta, una peli pop-art que ha envejecido bastante bien.

Sin embargo, fue con lo que se dio en llamar la movida madrileña cuando el cine español se apuntó a las corrientes foráneas que había entonces o que ya estaban totalmente extinguidas, como el punk, el glam, los “nuevos románticos” y demás. Y si no incluyeron el Ska es porque no había ningún negro antillano disponible por aquí. Claro exponente de este momento fue Pedro Almodóvar, quien además de sus cortos y de sus primeras películas pop, formó un espectacular dúo con Fabio Macnamara. Y aquí cambió para siempre la historia del cine y del pop hispanos. Porque si Pedro hubiera seguido con la música ahora sería conocido como el Liberace de La Mancha, no como el ganador de dos Óscars, decenas de premios internacionales y cineasta respetado que es hoy en día. Muy pronto Pedro dejó sus devaneos con el pop más petardo, y como siempre ha sabido tomarle el pulso al público, y ya que en cierta época los pijos y las pijas consideraban moderno y molón algo tan detestable como el trío Los Panchos, Almodóvar empezó a incorporar boleros a tutiplén en sus films. Daba igual que los interpretara aquella anciana cantante mexicana ataviada con poncho, Chavela Vargas, de quien Pedro afirmó delicadamente: “Esta mujer canta como le sale del coño”. Es posible. Pero a nosotros se nos antoja que ese coño estaba un tanto desafinado. También los cantaba Luz Casal, aunque la cara la ponía Marisa Paredes. Algo coherente, pues la actriz siempre tuvo cierto aire de travesti y encajaba a la perfección en el universo almodovariano.




Cuando el roquero se mete a director

Un fenómeno que suele pasar muy desapercibido, porque nadie repara jamás en estas películas, excepto en las de Rob Zombie. Claro que sería difícil catalogar a Antón Reixa o a Pablo Carbonell como músicos: sobre todo a Reixa no nos atrevemos ni a catalogarle como ser humano. Otros casos muy bellos e ignorados son los de la cantante transformista Madonna, la musa del PSOE de los 80 Ana Belén, el rapero Ice Cube o el expunk y hoy anciano enfant terrible Vincent Gallo: ¿a que nadie de ustedes es capaz de citar una película dirigida por estas personas que se dedican o se dedicaron presuntamente a la música? Normal: nadie las ha visto, y es que incluso dudamos que existan…


Dado que es un titán, se suele recordar que Bob Dylan dirigió una película, Renaldo y Clara. A Bob le debió de gustar esto del cine a raíz de su impresionante interpretación en Pat Garret y Billy The Kid de Peckinpah (no: ni era Pat ni era Billy). Ya lanzado, Bob hizo un largo de cuatro horas que alternaba un concierto de Renaldo (Dylan), quien interpreta canciones de Dylan y parece Dylan, los follones legales del boxeador Hurricane Carter y un docudrama que retrata a Renaldo con su compañera sentimental Clara (Sara, la mujer de Dylan: sí, a ratos esto parece un episodio largo de Ésta es su vida). Este batiburrillo no agradó a los productores ni a los exhibidores, que decidieron cortar dos terceras partes y dejar sólo el concierto. Pero sepan ustedes que nosotros preferimos la versión larga, no porque sea mejor, sino porque es mucho más bizarra y pretenciosa.



Hay que complacer a las fans, piensa Bob, digo Renaldo

Otro músico auténtico que se atrevió a ponerse tras las cámaras fue Frank Zappa con sus 200 Motels. La cosa va sobre los avatares de una banda en medio de una gira, y resulta más interesante que la sobrevaloradísima Casi famosos de Cameron Crowe. Por lo menos Keith Moon interpreta en la de Frank a una monja ninfómana y Ringo Starr a Larry el Gnomo.

Aunque la que ha triunfado estrepitosamente detrás de la cámara es una mujer, icono de los gays más melódicos, Barbra Streisand. Ya saben, El príncipe de las mareas, Yentl o El amor tiene dos caras. Y como bien se decía en In&Out, “Si te sabes el título del cuarto LP de Barbra es que eres gay”.


Pues sí: la peli es como el póster


Documental y rock: colgados por el mundo

Estos films, sobre todo los antiguos, tienen la gran virtud de mostrar que, sin la ayuda de músicos profesionales de estudio, de un arreglista y de un productor, ciertos artistas suenan francamente mal cuando tocan en riguroso “directo”. El documental más famoso es sin duda Woodstock, peli en la que tocan decenas de estrellas mientras un millón de hippies se revuelca en el fango. Es interesante observar que las condiciones higiénicas de este tipo de saraos no han cambiado mucho con el tiempo, pues si usted tiene la loca idea de asistir a un festival de ¿música? electrónica de hoy, tipo Boom, le será difícil encontrar un lugar adecuado para hacer sus necesidades sin vomitar previamente. Pero es que el rock siempre ha significado aventura.

También es un asiduo de este tipo de film el cineasta más sobrevalorado de todos los tiempos, Martin Scorsese, quien realizó el concierto homenaje a The Band, The Last Waltz y posteriormente Shine a Light, documental sobre los Stones donde aparecen hasta Bill y Hillary Clinton, demostrándonos una vez más lo subversivo que el rock puede llegar a ser. Martin ha hecho otras cosas sobre estrellas del rock y blues, como George Harrison, Bob Dylan, un episodio de la serie The Blues, etc., pero estamos convencidos de que no las ha dirigido él. De hecho, es evidente que “su” episodio de The Blues fue dirigido por el artista y musicólogo Corey Harris y las otras han sido cosa de sus ayudantes y montadores. Martin también tiene un negro que le escribe los prólogos y los artículos. Pero no nos tiren más de la lengua…

Del cine al rock

Curiosamente, el cine sí que ha dejado su impronta en el rock. Les pondremos un hermoso e inesperado ejemplo. Posiblemente ustedes creen que no existe la menor relación entre el rock y John Ford, ¿verdad? Pues se equivocan, porque El Viejo tocaba todos los palos, siquiera inconscientemente. En Centauros del desierto Ethan Edwards repite varias veces el mismo sonsonete: “That’ll Be the Day” (que en la versión doblada se traduce en una ocasión como “Cuando las ranas críen pelo”).




La película fue un gran éxito popular en 1956, que no de crítica –sólo Bazin habló bien de ella. Y como parte de la acción transcurre en Texas, Buddy Holly y sus compinches, tejanos de pro, acudieron a verla y, como eran algo así como los nietos de los personajes blancos de la peli, aplaudieron a rabiar cuando John Wayne le arranca la cabellera a Scar. Y al año siguiente consiguieron su primer número uno con una canción titulada… That’ll Be the Day.



Buddy hecho un brazo de mar

No paró ahí la cosa, porque el único grupo que en el periodo 1962-63 hizo frente a los Beatles tomó su nombre del título original de la película: The Searchers, en efecto:



Asimismo, el rock ha servido de fuente para hacer parodias cinematográficas con mayor o menor gracia. Nuestra favorita es una versión del gran éxito de los Beatles She Loves You. Conviene recordar la letra:

She loves you, yeah, yeah, yeah
She loves you, yeah, yeah, yeah
She loves you, yeah, yeah, yeah, yeah

You think you lost your love
Well I saw her yesterday
It's you she's thinking of
And she told me what to say
She says she loves you

She said you hurt her so
She almost lost her mind
And now she says she knows
You're not the hurting kind
She says she loves you

You know it's up to you
I think it's only fair
Pride can hurt you too
Apologize to her
Because she loves you

She loves you, yeah, yeah, yeah
She loves you, yeah, yeah, yeah
Yeah, yeah, yeah
Yeah, yeah, yeah, yeah

Y ahora escuchen la “nazi version” que realizó Peter Sellers de esta canción. Pueden hallar las otras versiones en el mismo lugar:



Nota Bene: como este blog trata de cine, nos negamos en redondo a hablar de Easy Rider.







sábado, 29 de noviembre de 2014

LA PÁGINA DEL SEÑOR SNOID: CINE Y ROCK, UNA RELACIÓN CONTRA NATURA (I)





Abordamos hoy un subgénero que merece pasar con letras de oro a la historia del celuloide, puesto que no ha dado siquiera una sola película medio decente. La peli de rock (o con estrella de rock) es una estrambótica mezcolanza de cinta musical y film de terror, y todavía no tenemos claro cuál de estos géneros nos da más repelús. Y es que la combinación rock-cine siempre ha engendrado resultados risibles, cuando no penosos, tal que la relación, pongamos, de un Alan Parker con el cine mismo.

The Once and Future King

Elvis fue la primera Rock Star que se convirtió asimismo en estrella de cine. El problema es que después de su tercera y mejor película, King Creole (que no es una maravilla, pero hay canciones buenas, transcurre en Nueva Orleans y sale Walter Matthau haciendo de malo), sus films eran cada vez más penosos. El esquema del film presleyano era siempre idéntico: Elvis tenía algún oficio bizarro (socorrista en Acapulco, motorista suicida en una feria ambulante, piloto de avioneta fumigadora, conductor de tanques, etc.) que combinaba con su afición predilecta, esto es, la música, y además se debatía entre dos mujeres, una un poco putón y la otra una virgen candorosa. Triunfaba el amor verdadero y Elvis interpretaba un montón de baladas empalagosas, de esas que hacen que el público prenda el mechero, la vela o la antorcha. Y lo bueno es que al Rey no le faltaron oportunidades para haber hecho cosas diferentes: Kazan quiso contratarle varias veces –con la disparatada idea de hacer de él un nuevo Brando–, Hawks le quiso para Rio Bravo y Mitchum le ofreció ser su co-protagonista en Thunder Road. Pero el mánager de Presley vetó todas estas excentricidades, para amargura del llorado rey.

El tipo de peli que le obligaban a hacer a Elvis

Si no nos falla la memoria, la única estrella del rock de los 50 que hizo algo bueno en el cine fue Ricky Nelson, quien interpretó al joven pistolero en la mencionada Rio Bravo. Justo es reconocer que Ricky brilla en una de las mejores escenas, aquella en la que él, Dean Martin y Walter Brennan entonan My Rifle, my Pony and me. Como también hay que reconocer que Hawks, al ver que Ricky era un actor pésimo, redujo su presencia y su diálogo al mínimo. Recordarán ustedes que Ricky, cada vez que aparece en escena, se palpa la napia con un dedo: un truco habitual de Hawks para que no se note que uno de sus intérpretes no es precisamente un actor prodigioso… Dado que era el mismo gesto que hacía el gran Montgomery Clift en Río Rojo.

Más populares que Jesucristo

Tal blasfemia no es de nuestra cosecha: la profirió John Lennon ante la prensa en un momento de despiste de Brian Epstein. Sin embargo, y pese a la posterior quema masiva de discos de los Beatles en Alabama y Tennessee por haber soltado tamaña barbaridad, lo cierto es que John tenía más razón que un santo. Pues la beatlemanía fue tan ubicua en los años sesenta como Pablo Iglesias en La Sexta en el momento que escribimos estas páginas. Por tanto, era inevitable que los muchachos dieran el salto al cine. Tuvieron un éxito clamoroso con ¡Qué noche la de aquel día!, peli que muchos críticos despistados asociaron al Free Cinema, algo que cabreó notablemente a Lindsay Anderson y a Tony Richardson, gente con poco sentido del humor. El director Richard Lester repitió la jugada con Help!, y aunque la crítica fue menos entusiasta, la peli ganó un pastón, que era de lo que se trataba. Sin embargo, no todos en aquella época apreciaban a los Fab Four:

 
No hay duda de que el coreano malo pega a Bond por semejante herejía, golpetazo que aplaudió a rabiar el público en 1965. No obstante, los Beatles siguieron insistiendo en esto del cine hasta llegar a su obra maestra, Magical Mistery Tour, un film que parece dirigido por un Béla Tarr atiborrado de LSD, por lo extraño e incomprensible que resulta. La última, Let it Be, es un absoluto tostón pese a la presencia de Yoko Ono y el odio indisimulado que le demuestran tres de los cuatro miembros del grupo. En fin, que el único que sacó tajada de estas aventuras fue nuestro Beatle preferido, Ringo Starr, quien inició una carrera cinematográfica sumamente coherente que alcanzó su cumbre interpretativa con Cavernícola, aunque hay que admitir que clavaba su papel de teddy boy en That’ll Be The Day.


Lennon intenta esnifar una Pepsi en A Hard’s Day Night. Eran tiempos de tolerancia


Rock y cine de “autor”

No sabemos por qué, pero cuando recordamos algún plano de aquellas películas que encumbraron a Antonioni, siempre pensamos que tales planos quedarían mejor con una canción de Simon y Garfunkel de fondo. Uno de esos momentos en que Delon o Mastroianni o Vitti ponen cara de tener pensamientos elevados ganaría mucho con alguna cancioncilla que sonara tal que “Hello, darkness, my old friend…” o “He was a most peculiar man…”. Posiblemente porque en Blow-Up, aquella cosa tan moderna en 1966 y que hoy es tan camp como las fotos coloreadas de nuestros bisabuelos, los Yardbirds tenían una aparición estelar. Recordarán ustedes que David Hemmings aparece en un concierto donde el juvenil público está zombificado hasta que Jeff Beck destroza su guitarra, Hemmings recoge los restos del instrumento y entonces cunde el histerismo entre el populacho. La cosa tiene su gracia, pues a quienes Antonioni quería contratar era a los Who, no a los Yardbirds, dado que el que tenía justa fama por destrozar guitarras para animar el cotarro era Pete Townshend, como si su gigantesca nariz no fuera suficiente. Lo que ocurrió fue uno de esos frecuentes accidentes que suelen ocultarse: un ayudante de producción recibió el encargo de contactar con los Who, se confundió (había muchos grupos entonces: que si los Animals, los Small Faces, el Spencer Davis Group, los Canarios...) y contrató a los Yardbirds por error. Antonioni ni se enteró, por cierto.

Jeff Beck y Keith Relf en Blow-Up, momentos antes de “¡Muere, maldita!”
  
Otro que se subía al carro de la modernidad sin la menor indulgencia era Jean-Luc Godard. De nuevo es el caso del guiri que llega a la Gran Bretaña y mete la pata. Resulta que Jean-Luc había sido contratado para hacer una peli pro-abortista (anécdota real), pero cuando se instaló en Londres el productor había perdido el interés por el proyecto y le propuso hacer un “musical juvenil”. Godard estuvo de acuerdo, siempre que los protas fueran los Beatles o los Rolling Stones (o ambos). Como los de Liverpool dijeron que nones, dado que Brian Epstein les prohibió relacionarse con un rojo antisistema (y encima francés), los Stones aceptaron de mil amores. El resultado fue One plus One/Sympathy for the Devil, bodrio que consiste en el ensayo y grabación de la mencionada cancioncilla junto con unas generosas dosis de maoísmo, mayo del 68 y las habituales reflexiones de Jean-Luc sobre Jean-Luc. La aventura tuvo, sin embargo, un final feliz. Durante la presentación en el National Film Theatre, Godard se dio cuenta de que el productor había insertado la canción completa por aquello de dar a la película mayor “comercialidad”. Así que Jean-Luc se sintió en la obligación de arrearle una hostia en plena jeta a su productor, el gerente de la filmo quiso mediar, Jean-Luc pretendió golpearle también y el hombre, antiguo miembro de las Special Air Forces (SAS), arrojó a Godard desde el escenario al patio de butacas. El público estaba entusiasmado y daba palmas, pensando que aquello era parte del happening. No obstante, y pese a que el incidente casi provoca otra de las frecuentes guerras entre Inglaterra y Francia por la excusa de Calais o de quién es el auténtico rey de Francia, la peli tuvo consecuencias inesperadas: Mick Jagger, ebrio de notoriedad y de níveos polvos, acometió una ridícula carrera cinematográfica en la que brillan títulos como Performance, Ned Kelly o Freejack. Y desde entonces, Godard ha seguido fiel a los últimos cuartetos de Beethoven.

Godard dirigiendo a Brian Jones, quien parece un tanto desorientado…

Aunque reconocemos que, en el fondo, a nosotros nos gusta Godard (y alguna cosa de Antonioni también), hemos de decir que el rock es un campo abonado para el cineasta inepto. El caso más sobresaliente es el de Alan Parker, quien no contento con regalarnos inmundicias de la calaña de El expreso de medianoche o Birdy, ha metido varias veces sus sucias zarpas en el subgénero. Recordarán ustedes cosas como Fama o Los Commitments, por no hablar de The Wall, una peli aún más horrorosa y deprimente que el disco de Pink Floyd en que se basa: y es que Alan nunca hace nada a medias.

La Ópera-Rock

Llegamos a la cumbre del disparate dentro de un muy disparatado subgénero. Me dirán ustedes que casi todos los libretos operísticos son para vomitar. No lo negamos. Pero una cosa es el texto de El trovador y otra escuchar la ópera: te olvidas por completo de que la historia y lo que se dice es de una necedad increíble. Y no nos hablen de Wagner: sus muy alabados libretos nos parecen asimismo infames, aunque sus bizarras óperas nos gusten.

La Ópera Rock dio comienzo con el disco de los Who de 1968 Tommy. Argumento: un joven ciego y sordomudo supera sus discapacidades al convertirse en una estrella del pinball y se convierte en un mesías religioso hippie. Como ven, esto es, en principio, similar a lo de Sigfrido, el oro del Rin y esas lesbianas voladoras llamadas valquirias. Digámoslo a lo bestia: ¿quién podía tener huevos para adaptar semejante argumento al cine? Pues Ken Russell, hombre. Russell ya había hecho un par de musicales excéntricos, uno sobre la vida de Mahler –que merece la pena verse por una escena en la que se parodia salvajemente Muerte en Venecia de Visconti– y otro biopic acerca de Chaikovski, que contó con el mejor intérprete posible para encarnar al torturado compositor ruso: Richard Chamberlain. Por tanto, era lógico que Russell llevara al cine Tommy en 1975, y con un reparto espectacular: Oliver Reed, Ann-Margret, Jack Nicholson, Eric Clapton, Tina Turner y decenas de estrellas más. No les decimos que el resultado es infumable porque resulta obvio. Pero se nota que Jack Nicholson se lo pasó en grande el único día que rodó.

The Unholy Three: Ann-Margret, Roger Daltrey y Oliver Reed en Tommy

Los Who volvieron a las andadas en 1973 con Quadrophenia, otro doble disco que cuenta las angustias de un joven mod con tal despliegue de efectos sonoros –olas, graznidos de gaviotas, sintetizadores, melotrones, el arpa de Harpo Marx– que resulta difícil pasar de la Obertura. Y se hizo peli, claro, aprovechando el mod revival de principios de los 80. Una peli curiosa –que no buena–, pues su protagonista encarna a un joven bastante odioso y tarugo y el retrato que se hace de la Inglaterra de 1965 es muy desmitificador. Y además sale Sting interpretando a un botones de día/bailón de noche, y el muy sinvergüenza demuestra algo que se hizo evidente a lo largo de los 80: que es un actor espantoso. Suponemos que por eso David Lynch le dio el papel de villano en Dune. O quizá fue Dino de Laurentiis.

El Biopic de la estrella del rock

Nuestro afroamericano airado favorito, Spike Lee, sentenció: “Siempre que se hace una película sobre una estrella [negra] de la música, es para mostrar sus problemas con las drogas, con la mafia o con la gente que la rodea”. Quizá. Pero Lee olvida que en el caso de Lady Sings the Blues, biografía descafeinada de Billie Holiday, quien cortaba el bacalao era el negro productor Berry Gordy jr., el mismo que despidió al blanco realizador Sydney J. Furie para ocupar él mismo la silla del director. Y sospechamos que a Lee no le gustó Bird porque Charlie Parker estaba casado con una blanca…

De cualquier forma, la película biográfica no suele contentar a casi nadie. El televisivo Elvis de John Carpenter tuvo la única virtud de juntar al director con Kurt Russell, pareja que después hizo cosas más divertidas, como 1997: rescate en Nueva York. Nosotros nos quedamos con The Buddy Holly Story, una muy modesta película que no carece de aciertos: la música es buena, Gary Busey no lo hace mal (pese a que su dentadura es mucho más prominente que la que exhibía Buddy) y, en líneas generales, la peli es bastante fiel con respecto a la corta vida del biografiado. Como anécdota, recordemos que el batería de los Who, Keith Moon, falleció justo después de ver el estreno del film en Londres (de verdad: no es tan mala). Otro que se estrelló junto a Buddy Holly en la misma avioneta fue Richie Valens, el de La Bamba, que cuenta también con una buena banda sonora (y poco más). De todas formas, no nos quejamos: ¿se imaginan una biopic española de, digamos, Miguel Ríos o Bruno Lomas? Eso sí que sería una maravilla…


El cine español también ha abordado el subgénero con inolvidables películas. ¿Qué se creían?