Mostrando entradas con la etiqueta Don Jon. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Don Jon. Mostrar todas las entradas

lunes, 2 de diciembre de 2013

LA PÁGINA DEL SEÑOR SNOID - ESTRENOS DE OCASIÓN: «DON JON» (2013)


Por el señor Snoid



Ocasional va a ser esta sección. Pues hemos de confesar que vamos poco al cine. Y ello se debe a un montón de causas: es caro; hoy en día es un coñazo (todos los cines son idénticos: da igual que esté usted en Bilbao o en Cádiz, le tocará la misma sala aséptica con fétido hedor a palomitas de maíz enclavada en algún Mall, como si ir al cine fuera una función similar a la de comprar tampones, el regalo de cumple de la Marijose o las últimas zapatillas Mercurial que lleva Messi);  estos Malls están en la periferia, y por tanto no se puede ir tranquilamente al cine andando como en la antigüedad, cuando en cada ciudad había distintos tipos de cine, distintos precios y distinto público (era raro llevar las bombas fétidas a un cine de estreno); hay que ser muy cuidadoso con lo que uno va a ver: es decir, si uno no tiene el mono de pantalla grande (que es un mono poderoso capaz de empujarle a ver Madagascar 3 o la última de Vin Diesel) puede intentar acercarse a una peli de la que le hayan hablado bien… y salir jiñándose en su bromista benefactor y en la peli de los demonios. 

Doctoranda en Lacan, c. 1970
Por otro lado, tampoco nos compensa escribir varios folios en torno a una basura: es un esfuerzo que no merece aquello que deseamos olvidar cuanto antes. De hecho, íbamos a empezar esta sección con The Butler (Lee Daniels, 2013), pero como es una cosa tan blandengue, tan tramposa, tan necia que parece dirigida no por un negro sino por un puto blanco pintado de negro como los de las primeras películas gringas, lo vamos a dejar correr y empezaremos por algo que sí nos haya gustado. Y es que piensen que esta semana hemos ido dos veces al cine. Pero no reincidíamos desde el estreno de Lincoln de Steven Spielberg (con la vida tan agitada que llevó ese hombre y con lo divertido que era, ¿cómo se puede hacer una película tan aburrida, tan solemne y tan idiota?)  y el de Django desencadenado de Tarantino, igualmente soporífera, aunque por otras razones. Parece que Quentin ha llegado a un estado en el que cree que cualquier cagarruta suya no solo hará gracia a los hermanos Weinstein –los que le pagan las candidaturas a los óscars sino a todo dios, incluso a los que no han visto westerns dirigidos por Corbucci o Castellari. Esto que los críticos pomposos podrían llamar autoindulgencia, nosotros preferimos denominarlo gilipollez. Así que vamos con algo serio:



Don Jon (Joseph Gordon-Levitt, 2013)


Posiblemente la mejor versión del mito de Don Juan que se haya rodado nunca. Y no nos ponemos hiperbólicos porque sí. De hecho, si uno suelta que "La lista de Schindler es la película del holocausto judío más lujosa jamás rodada”, sin duda, hasta la fecha, se halla en lo cierto. Otra cosa es que la peli de Spielberg le parezca una obra maestra o una porquería. Esa es otra cuestión. 

Pero veamos qué hace de este Don Jon una versión tan singular (como bien apuntó la señora Snoid, del Don Juan de Zorrilla, el que se salva, pues “un momento de contrición/basta para la salvación”, y no de El burlador de Sevilla, obra del XVII atribuida con dudas a Tirso y que dio pie a la maravillosa ópera). En primer lugar, el guionista Gordon-Levitt (además director y protagonista) ha entendido muy bien la clave del mito: Don Juan no es simplemente un depredador de mujeres, ni tampoco su fuerza motriz es la terna de “mundo –juego-, demonio –burla de la religión- y carne”, ni siquiera es un gay reprimido (teoría del ilustre doctor Marañón, que aún tiene sus adeptos). No: la cuestión es que Don Juan es, ni más ni menos, un pajero irredento: vamos, que solo alcanza el placer por sí y para sí. Y no hay hembra que se pueda comparar a una buena paja. Ya lo decía Philippe Noiret en Tango: “Y mi abuelo le decía a mi abuela, ‘Vale más una buena paja que un mal matrimonio’. Y la pobre se ponía muy triste y lloraba”.

«¿Te apuntas?»

Al comienzo de la película, Gordon-Levitt establece las reglas de su Don Juan moderno. Hubiera sido fácil convertirle en un playboy de, pongamos, Beverly Hills, pero Jon (Gordon-Levitt) es un muchacho paleto de Nueva Jersey, para quien las cosas importantes de su vida son “Mi cuerpo, mi casa, mi familia, mi buga, mi iglesia, mis amigos, mis chicas.. y MI PORNO”. Las actividades de este Don Juan son estrictamente masturbatorias y no todas se hallan ligadas al inconfundible sonido de un ordenador Apple en el momento de encenderse. Jon tiene éxito con las mujeres, se las lleva a su apartamento y tras haber follado, vemos un plano picado de él y una chica en la cama. Jon se levanta sigilosamente. Nos quedamos con el plano de la chica adormilada en la cama y “BAAAANG”, ya está Jon dándole duro al porno con su Apple. Pero el resto de sus rutinas tiene también un inequívoco acento pajero: Jon en el gimnasio en solitario (levantando pesas o haciendo flexiones mientras cumple la penitencia de su confesión semanal), Jon en el confesionario (este Don Juan no se burla de la religión: más bien es al revés), Jon con su familia (su madre no le escucha, su padre no escucha a nadie y su hermana solo parece tener ojos para jugar con su móvil), Jon con sus coleguitas en el discopaf poniendo nota a las futuras presas…



Pero hete aquí que Jon encuentra a una mujer 10 que se le resiste, le encoña y le decide a encaminarse a la monogamia (Barbara: espléndida Scarlett Johansson en su papel de choni pedorra; además, el vestuario que lleva y la forma de fotografiar sus rotundos atributos –en 1,60 de altura por parte de Gordon-Levitt hace que, de tan exageradamente “deseable”, parezca atrozmente ridícula: no veíamos tan bien a esta muchacha desde aquellas de Woody Allen o esas pelis que ella misma se filmó en la ducha). Sin embargo, Barbara tiene planes para Jon: no solo retrasa cuanto puede el momento del coito con el chico (es una calientapollas de primera y sabe cómo usar el sexo para doblegar a su hombre), sino que obliga a cenar juntos a los amigos de ambos, a que las respectivas familias se conozcan y a que Jon tenga “un trabajo de traje y corbata” y, por ello, le matricula en algo así como un curso nocturno de “gestión de hostelería”.

«A raquetazos, por plasta»


No obstante, Jon sigue insatisfecho: tras el primer y ansiado polvo con Barbara, no tardamos en escuchar el mítico BAAAAANG marca Apple;  Barbara le lleva al cine a ver películas “románticas” (para entendernos, películas románticas tipo El hombre que susurraba a los caballos, no Tú y yo) y le afea la conducta en una magistral escena que se desarrolla en un centro comercial, donde Jon va a intentar comprar unos “recambios para la mopa”, pero Barbara se niega en redondo porque el hecho de que Jon sea un cocinitas le irrita sobremanera…



Mientras tanto, en el curso nocturno Jon ha conocido a Esther (Julianne Moore), una mujer que no se escandaliza por el hecho de que Jon vea porno en su móvil (tiene mono y no quiere que Barbara le pille), y que será, ya lo han adivinado, la Doña Inés que redima a nuestro Don Juan.



No crean que la película sigue una pauta feminista: aquí hay leña para todos y para todas. Si bien los hombres son unos completos gilipollas (excelente caracterización del padre de Jon, comiendo siempre en camiseta, una mano con el tenedor y la otra con el mando de la tele), las mujeres no se quedan atrás (cuando rompe con Barbara, la madre de Jon se echa a llorar desconsolada, y lo único que se le ocurre decir es “¡Solo pienso en tu felicidad!”: es obvio que consideraba a Barbara como un medio idóneo para que Jon no acabara siendo tan impresentable como su papá).  Barbara, como tantas mujeres, es profundamente machista: no tolera que Jon haga tareas que ella cree exclusivas de “mujeres”, como encerar suelos. Incluso hay un breve apunte respecto a que esas películas “románticas” no son sino “el porno de las tías”, algo que se deja caer en la excelente escena de la ruptura entre Jon y Barbara (y es que ella le pilla con 46 visitas a distintas páginas porno en un mismo día, vaya por dios).




Además del inteligente guión, Gordon-Levitt posee también talento visual. Hemos visto muchos planos repetidos de las masturbatorias actividades de Jon. Cuando va al gimnasio, el plano de apertura recoge a Jon al final de un pasillo donde se encuentra a la izquierda, en primer término,  una cancha de baloncesto. Una vez redimido, Jon no se dirige a las maquinitas de pesas y flexiones, sino que, dubitativamente, entrará finalmente en la cancha y se pondrá a jugar con otros tíos. Ya no es un pajero. Puede que siga siendo el mismo gilipollas de clase media-baja de Nueva Jersey, pero sus problemas con el sexo han terminado.



En conclusión, una película que habla del sexo y de las relaciones entre hombres y mujeres con una franqueza que hacía tiempo que no veíamos, además de ser una astuta lectura de uno de esos mitos culturales que parecen inadaptables e inamovibles. Todo un logro para una opera prima, desde luego. Y apresúrense, porque el día del estreno en la sala solo estábamos la señora Snoid y yo. A punto estuvimos de montárnoslo en pleno cine. Solo lo impidió el que ella pensara que igual nos pillaba el proyeccionista. Tanta gracia me hizo que la pobre creyera que aún existía ese tipo de profesional que me concentré en la peli y no dije nada…