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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Estrenos de ocasión: "La llegada"


La página del señor Snoid


Estrenos de ocasión


La llegada (Arrival, Denis Villeneuve, 2016)


 
Lingüística aplicada

Algo sorprendente de La llegada es que basa su postulado argumental en una teoría de la adquisición del lenguaje. Si una persona se sumerge totalmente en un idioma extranjero (un idioma que no tenga relación con el propio: en nuestro caso cualquier lengua indoeuropea queda descartada) y llega a pensar en ese idioma, su estructura cerebral cambia. Aunque no creemos en tal teoría —como tampoco en los fundamentos de la gramática generativo-transformacional— admitimos que nos agrada. De hecho, el hermano Francisco se ha puesto a aprender el idioma malayam, Gorostidi el apache y un servidor de ustedes la lengua bosquimana ¡kung, basada en chasquidos, “clicks”, carraspeos y un infernal sistema vocálico. Todo ello para que se transforme nuestra configuración cerebral y logremos ser un poco menos memos.

La protagonista de La llegada, la experta lingüista doctora Banks (Amy Adams), consigue pensar en el idioma de los extraterrestres y su mente queda notablemente afectada, sobre todo su conciencia temporal: es capaz de tener ensoñaciones con su futuro personal. Ello da lugar a uno de los mejores momentos del film: cuando por primera vez abraza a su compañero, el matemático Ian Donnelly (Jeremy Renner), y exclama: “¡Hacía tanto tiempo que no me abrazabas!”.

No sólo el guión de La llegada hace que éste sea un film bastante insólito: sorprende su calculada falta de espectacularidad. Aunque hay planos excelentes de las naves extraterrestres, alguna que otra peripecia aislada (ese momento, al parecer omnipresente en este tipo de película, en el que unos militares más bien brutos ponen una bomba en la nave al desconfiar de las intenciones de los aliens; no obstante, el director no muestra ni un solo plano del consiguiente enfrentamiento entre los militares “buenos” y los “malos”: algo asombroso) y un uso inteligente de los efectos especiales, nos hallamos más cerca —salvando las distancias— del Solaris de Tarkovski que de los Encuentros en la tercera fase de Spielberg (aunque la protagonista comparte la progresiva obsesión que dominaba al personaje de Richard Dreyfuss en la cinta de Spielberg; eso sí, con menores dosis de histerismo).



 
La visita de los calamares gigantes del espacio exterior

Otro rasgo interesante de La llegada es que posee un tono reflexivo, bastante alejado de cualquier exceso melodramático. Una característica habitual del cine del canadiense Denis Villeneuve: si bien en films como Prisioneros o Sicario se mostraban cosas espantosas, el director hacía lo posible por no subrayarlas, quizá pensando, con toda la razón del mundo, que ya era bastante horrible el simple hecho de mostrarlas (algo que convertía a estos dos films, sobre todo a Prisioneros, en historias inquietantes y fascinantes a la vez). La llegada enlaza con sus films norteamericanos anteriores, y con la espléndida Incendios, en que el argumento nos muestra un misterio que hay que desentrañar; los personajes reaccionarán de forma dispar según avancemos en la resolución del enigma (Hugh Jackman y Jake Gyllenhall en Prisioneros, Amy Adams, Jeremy Renner y los militares y el agente de la CIA en La llegada); personajes de carne y hueso que evolucionan y cambian de forma muy convincente según progresa el relato. El misterio resulta tan apasionante como los protagonistas de la ficción (un logro notable, pues ni Adams ni Renner son actores extraordinariamente “carismáticos”).


No es una muestra del alfabeto extraterrestre: es una oración subordinada de relativo

 

Ultimátum a la Tierra

La llegada podría haber sido muchas cosas: un alegato ecologista, un film que combinara el suspense con la ciencia-ficción, un relato de aventuras, una cinta de extraterrestres “seria”... Y, en parte, es todo esto. Pero Villeneuve consigue hábilmente que todos estos elementos queden en la sugerencia y que no cobren un protagonismo excesivo. La acción “externa” es mínima y lo más apasionante de la historia son los esfuerzos de la protagonista para lograr comunicarse con los extraterrestres (Adams y Renner bautizan a sus dos interlocutores como Abbott y Costello: prueba de que los aliens no estaban muy versados en cultura popular terrícola; tal insulto hubiera merecido que arrasaran toda vida animal y vegetal del planeta).

Sin embargo, el resultado final nos resulta extraño. Nos encontramos con una película excelentemente rodada, los actores cumplen a la perfección con sus papeles (Villeneuve se aleja de los estereotipos al retratar a los militares y al agente de la CIA; incluso el militar que pretende hacer estallar la nave tiene una motivación profundamente personal y comprensible), hay varias escenas magníficas (el desarrollo del romance entre Adams y Renner solamente se enuncia: lo lógico para el personaje de Renner es que manifieste su admiración por Adams diciéndole: “Piensas en la lengua como si fueran matemáticas”; la primera ascensión al punto de encuentro en la nave tiene la dosis justa de inquietud y ansiedad; los planos que parecen pertenecer al pasado se muestran llenos de sentido cuando nos damos cuenta del cambio que ha sufrido la protagonista...). Y, no obstante, el film no consigue dejar un poso duradero en el espectador. Sus dos horas de metraje se ven con sumo agrado y transcurren en un suspiro, pero quizá el método elíptico y sugerente de Villeneuve sea un impedimento para obtener una emoción duradera y, a la postre, La llegada no sea la obra maestra que bien podría haber sido.



“¡Está lleno de estrellas!”