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sábado, 12 de marzo de 2022

LIBROS DE OCASIÓN: "¡ME CAGO EN GODARD!" (Pedro Vallín, arpa, Barcelona, 2019)

 


por el señor Snoid

 

Comentamos este libro porque, aunque no es precisamente una novedad editorial, ya va por la cuarta edición y es, en cierto modo, un síntoma de los tiempos que corren: eso que los medios de comunicación denominan pomposamente “batalla cultural”.

La tesis del volumen, en la que el autor insiste como si le fuera la vida en ello, es la siguiente:

Para desterrar todos estos prejuicios, estas páginas pretenden demostrar que el Hollywood clásico, un producto indeliberado del Tercer Reich, a través de sus productos de masas ha promovido valores emancipadores y libertarios, contrarios a los excesos del poder económico y político, contrarios a la acumulación del capital y a la especulación, defensores de las minorías, de los débiles, de las mujeres y de los perseguidos por razón de raza, ideas u opción sexual”. 

Ejemplo de cine libertario

En un principio, la cosa parece que es un artefacto cómico. Pero no. Pasa uno las páginas y se da cuenta de que el autor habla en serio. O más bien se toma en serio su idea central (y única). En ese momento, cualquiera puede pensar que ¡Me cago en Godard! está escrito por un loco. Nada hay de raro en ello. Grandes autores de todas las épocas sufrieron delirios mentales en mayor o menor grado. Piensen en el Hölderlin de los últimos años: como una chota. O Artonin Artaud. O Nieztsche, que, pese a que nos duela reconocerlo, ya andaba trastornado a partir de La Genealogía de la moral, bastante antes de que le metieran en el frenopático. De Tolstoi a Virginia Woolf y Sylvia Plath. De Kafka a Pavese. De Balzac a Panero. Sin embargo, todos estos autores poseían genio literario. Y mucho nos tememos que el autor del volumen en cuestión, Pedro Vallín, está loco (o se hace el loco), y, por desgracia, padece también de cretinismo, amén de carecer por completo de talento literario.

Ello tampoco nos importa demasiado. Todo hijo de vecino tiene derecho a ser bobo y que le publiquen un libro. Lo que nos sorprende es la cantidad de exageraciones, medias verdades, mentiras completas y enormes inexactitudes que salpican su panfleto. Por lo menos,Vallín podría haberse documentado un poco por eso de no hacer el ridículo y desmontar él solito alegre e inconscientemente su extravagante teoría. Veamos algunos ejemplos:

“...fue Truffaut, de hecho, de los primeros en hincar la rodilla ante un jovencito Steven Spielberg, a cuyas órdenes se puso como actor en Encuentros en la tercera fase”.

Es posible que Vallín ignore que un zumbón Truffaut le escribió a un amigo, durante el rodaje de la peli de Spielberg, que “no creo que vaya a necesitar el libro de Stanislavsky que metí en la maleta”. Y es que estos franceses son unos sarcásticos cabrones, la verdad. O que en medio de una acalorada discusión con Spielberg, el director de fotografía Vilmos Zsigmond señaló a Truffaut y le espetó al jovencito director, “¿Por qué no dejas que un director de verdad se haga cargo de esto?” 

Retrato del artista pequeñoburgués

 

Y cuando Vallín sienta cátedra sobre la historia de los EEUU es donde encontramos los momentos más hilarantes:

En muchos sentidos, la conquista del oeste es un proceso de construcción democrática desde la base, inédito en el resto de los Estados modernos. El pueblo elegía a su alcalde, al sheriff y a menudo al juez, y establecía muchas de sus leyes”. 

Es posible que Vallín no haya visto Heaven's Gate de Cimino (quizás demasiado europea para su gusto: de First Cow ya ni hablamos), pero que lo ignore todo sobre el juez Roy Bean, la guerra del condado de Lincoln, el asunto del OK Corral y decenas de episodios similares, es algo que nos alarma, pues son estas mismas películas norteamericanas las que nos cuentan que el gran propietario (ganadero o minero) era el que imponía su ley...

La verdad es que el western le ha hecho un enorme daño al autor. Esto es lo que extrae de Solo ante el peligro:

Tampoco es difícil ver en esta mítica película una crítica velada al integrismo religioso, encarnado en la esposa del sheriff, Amy Fowler Kane (Grace Kelly), una piadosa cuáquera que quiere impedir a toda costa que su esposo haga frente a los pistoleros: los rezos como la forma más barata de convocar la virtud sin mover un dedo”.

Lástima que Kelly sí que mueva un dedo: el que aprieta el gatillo del revólver que acaba con el último villano, quien está a punto de matar a Cooper; y así, además, la muchacha renuncia a sus principios religiosos (nada integristas: los cuáqueros son simplemente pacifistas a ultranza).

Pero cuando Vallín se muestra verdaderamente ingenioso es cuando aborda las pelis del oeste con indios de por medio: “La relativa escasez, en todo caso, de cintas bélicas sobre conflictos con los nativos se debe a que estos se desarrollaron en los siglos XVII y XVIII”. Es decir, que la metedura de pata de Custer en Little Big Horn en 1876 y la derrota del 7ª de caballería con el consiguiente hostigamiento a Lakotas y Cheyennes no han dado apenas películas... Ni ello tuvo importancia alguna, aparentemente. Ni las guerras apaches, que acabaron en 1886: diez mil soldados yanquis persiguiendo a la banda de Gerónimo (diez guerreros).

Tampoco puede Vallín evitar el poner sus sucias zarpas sobre John Ford:

“...o en la célebre trilogía de la caballería de John Ford, compuesta por Fort Apache, La legión invencible y Rio Grande, en la que los problemas de la jerarquía son la cuestión central, y las batallas contra los indios están muy lejos de la caricaturización vejatoria de las películas de guerra”. Hombre, hacer una peli de propaganda sobre las guerras indias a mediados del siglo XX habría sido un tanto inadecuado, por no decir anacrónico. Respecto a los “problemas de jerarquía“, estos se hallan presentes en Fort Apache, donde el regimiento del coronel Thursday es exterminado por los apaches de Cochise; en La legión invencible la guerra termina antes de empezar: los hombres del capitán Brittles dispersan los ponys indios e impiden el levantamiento de los arapahoes. En Rio Grande, sin embargo, los apaches son mostrados como bárbaros, torturadores y ¡raptores de niños! 

Moisés y Cecil B. DeMille: dos cineastas progresistas

 

También hay numerosas referencias extracinematográficas. Casi siempre erróneas e inexactas: “Aunque algunos se empeñen en ver en el recorrido del cine del Oeste una crónica general del exterminio, una suerte de antítesis de la Historia de Indias de fray Bartolomé de las Casas...”. No entendemos muy bien lo de “antítesis” aquí. También nos sorprende que hable Vallín de la Historia de Indias (1547) y no de la posterior y definitiva Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552), donde por cierto sí que se habla de “genocidio”. Aunque no se emplee esta palabra tan moderna, claro...

Y, naturalmente, no faltan las alusiones al hombre sobre el que se caga:

Quizá otro burgués francés atribulado, ese al que dedicamos el título de este volumen, Jean-Luc Godard, el viejo comunistón hijo de doctor y de rica heredera de banqueros suizos, quiso remedar la envidia balzaquiana cuando dijo que “todo lo que se necesita en una película es un arma y una mujer”. Machista, además”.

Esto ya nos parece bajo incluso para Vallín. Porque cuando Godard soltó esta boutade fue a propósito del cine negro y de su primera película, À bout de souffle. Por otra parte, no nos da la sensación de que Jean-Luc haya estado jamás atribulado; que sepamos nunca se definió como comunista y el hombre es suizo, no francés. Tampoco sabemos muy bien si Vallín se refiere al Godard de La Chinoise o Le petit soldat, al del grupo Dziga Vertov, al que volvió al cine “de distribución normal” con Sauve qui peu (la vie) o al que hace sus peliculitas en su taller suizo... 

¿Bresson era facha o anarquista?

Lo cierto es que el libro ganaría mucho si hubiera adoptado otro formato: el de libro de aforismos nos parece el más adecuado para la cruzada anti-marxista de Vallín y sus enloquecidas obsesiones sobre la ideología y el cine. Por lo menos se le ahorraría al paciente lector sus enojosas y repetitivas pseudoargumentaciones y el libro ganaría mucho en cuanto a su efecto cómico, agilidad y contundencia. Algo como lo que sigue:

Nietzsche nos jodió la cabeza”.

A modo de fábula, eso supone Forrest Gump (1994) de Robert Zemeckis, elogio general de la proverbial ingenuidad americana entendida como un triunfante elemento de emancipación. Gump encarna todo lo que Europa no es”.

... Martin Sheen, que luego descubriríamos que es, como actor y como persona, la conciencia moral de América; algo así como su Iñaki Gabilondo”.

La razón por la que el marxismo cultural es tan popular entre gente culta es porque funciona como la religión sin serlo: ofrece una respuesta que aplica para todo, a la que nada se escapa y que dota de sentido a cuanto la contingencia nos lanza”.

Un narrador es un ángel, un novelista un narciso. Y eso, amigos, es lo que separa a James Cameron de Pedro Almodóvar”.

Cuitas existenciales pequeñoburguesas recorren la filmografía de colosos como Bergman, Dreyer, Truffaut, Buñuel, Chabrol, Fellini, Visconti, Haneke, Ivory, Almodóvar o, lo dicho, Woody Allen”.

O sea, a los protagonistas de esta extensa y variada filmografía [la de Woody Allen] les preocupa más el impuesto de sucesiones, no tanto la vida de sus semejantes”.

El progresista cree en el derecho a la prosperidad y al ascenso personal, en términos colectivos e individuales, y sabe que la ciudad, además de la más asombrosa creación de la especie humana, es el escenario adecuado para el ejercicio de los derechos y libertades”.

En defensa de McCarthy hay que reconocer que no estaba completamente paranoico, solo era un poco fascista”.

Hollywood es mayoritariamente de izquierdas y lo ha sido siempre, y de hecho es una de las fuentes de finaciación fija del Partido Demócrata. Hollywood cuando no es comunista es liberal”.

Por eso, porque toma a todos por rebaño, a veces, a la izquierda pastoril le da por prohibir la publicidad de las hamburguesas grandes. Y cosas peores”.

Un marxista se habría lamentado por el moho de las naranjas y nunca habría descubierto la penicilina”.

Por ir resumiendo, un artista, en román paladino, es un artesano que ha dejado de sudar y se ha hecho cura”.

En definitiva, el resultado es que Vallín se convierte —gozosamente, no a su pesar— en un pequeño Godard. Pero sin gracia, ingenio o talento. Su némesis es su modelo. Y su libro intenta provocar soltando majaderías sin ton ni son, como cuando a Jean-Luc le ponen un micrófono en la boca, con la diferencia de que lo que consigue Vallín es provocar en el sufrido lector —muy de vez en cuando— grandes carcajadas por sus delirios, asombro por su oceánica ignorancia y grandes dosis de tedio por sus constantes reiteraciones. También llama la atención que, de ese cine libertario que es el cine norteamericano, apenas cite alguna película (salvo Erin Brockovich) que se centre en la vida del currante: Las uvas de la ira, Our Daily Bread, The Molly Maguires, La sal de la tierra o Blue Collar... Debe ser que el autor las considera hijas del marxismo cultural imperante. O, sencillamente, no las ha visto e incluso ignora que existan...





lunes, 15 de septiembre de 2014

LA PÁGINA DEL SEÑOR SNOID - ¿SON GANADO LOS ACTORES? (LOS DIRECTORES LOS PREFIEREN BOBOS)

Por el señor Snoid
(http://www.blogger.com/profile/03871000575405204963)  





Un hombre tan bello se lo puede permitir todo (o casi)



“La moda es muy importante para mí… Incluso más desde que soy actriz. A través de la moda, siento que puedo realmente expresarme y decirle al mundo quién soy. La moda tiene mucho que ver con crecer, con descubrir quién eres. Es muy significativo descubrir si te gusta vestir hippie, o muy femenino, o gótico…”

Sophie Turner, actriz


Hemos de confesarlo: algunos de nuestros ídolos son unos auténticos zopencos. Y eso no les impide desarrollar bien su trabajo ni que sigamos adorándolos. ¿Paradoja o misterio? Veremos. Uno de los primeros que hizo saltar la liebre con la especie de que los actores de cine son bastante necios fue Sir Alfred Hitchcock con su famosa declaración “los actores son ganado”. Cuando le explicó a Truffaut lo que quiso decir, en ese influyente monumento de autopropaganda que es El cine según Hitchcock, el director inglés se fue por los cerros de Úbeda. Que si lo que quiso decir es que en los primeros tiempos los actores despreciaban el cine porque provenían de un medio “superior”, el teatro, que si esa postura a él le irritaba… Lo que no contaba en la célebre entrevista es cómo tenía que afrontar que un actor fuera más o menos falto. Por ejemplo, cuando durante el rodaje de Cortina rasgada, Paul Newman le escribió una extensa carta pidiéndole que le explicara en qué momento exacto su personaje se da cuenta de que debe matar a Gromek en la granja. En un primer momento, Hitch pensó que Newman era idiota; tras unas horas de reflexión, se dio cuenta de que había contratado a un actor formado en el Actor’s Studio, con todas las negativas implicaciones que ese hecho poseía (y posee). Al día siguiente, Newman recibió la anhelada respuesta a sus cuitas: “Se da cuenta en el coche, Paul. Cuando viene al estudio”.


Lo han adivinado: es el remake homosexual de Vacaciones en Roma

Otros actores no es que tengan problemas para “interiorizar” a sus personajes. Tienen problemas de comprensión lectora. Un caso célebre es el de Charlton Heston, quien no advirtió en momento alguno lo muy gay que era el guión de Ben-Hur. Y piensen que el rollo homosexual no iba sólo con Mesala, sino también con su padre adoptivo, Quintus Arrius. Recuerden a Charlton dándole duro al remo mientras Quintus se lo devora con los ojos. Justo es reconocer que Charlton era consciente de sus limitaciones: en sus diarios anotó que Sed de mal no le gustó nada porque no se enteró ni de jota. Hombre, la peli de Welles puede gustarte o no por un cúmulo de razones, pero porque sea incomprensible la trama… De todas formas, el problema de los actores enfrentados al arduo problema de la lectura y comprensión de un guión es más frecuente de lo que parece. Así, Michael Biehn rechazó el papel de poli corrupto en Sospechosos habituales porque no se enteró de la misa a la media de qué coño iba aquello. Así que el papel fue para Gabriel Byrne. Pero no paró ahí la cosa: Byrne creyó que su personaje era al final Keyser Söze. Cuando vio la peli terminada, el bueno de Gabriel quiso agredir al director Bryan Singer. Mientras tanto, Kevin Spacey mucho se reía…


Sabemos que en California la gasolina está barata, pero creemos que a Selena Gómez le falta aquí un cigarrillo entre los labios

Otras estrellas son muy necias debido a su mal carácter. Es el caso de uno de los actores más antipáticos del Hollywood de hoy día, Christian Bale, el que hacía de Batman en las de Christopher Nolan como si estuviera interpretando La pasión de Juana de Arco. Estaba Bale “interiorizando” su personaje en Terminator Salvation cuando sintió que el director de fotografía estaba molestando e interfiriendo en su proceso interpretativo. Los gritos e insultos de Bale a ese pobre hombre que sólo estaba ajustando unos focos fueron de tal calibre que tuvo que hacer una confesión pública de arrepentimiento –a instancias de la productora, claro. Pero extraigan la moraleja del cuento: un hombre, que es actor, que cree que está haciendo algo importante, importantísimo, ¡nada menos que Terminator Salvation! ¿Se puede ser más cretino?
   

Cuando Federico Fellini declaró que “los actores no tienen que ser inteligentes”, los periodistas italianos, siempre tan, tan… italianos, le preguntaron qué sentiría su íntimo amigo Marcello Mastroianni ante semejantes palabras. Muy cuco él, Fellini replicó: “Bien, no digo que algunos no sean inteligentes, sino que con una pizca de inteligencia y una cultura mínima es suficiente para su trabajo”. Lo cierto es que Fellini nunca pudo olvidar a Donald Sutherland en Casanova. Un día, Fellini le dijo que tenía que cruzar una habitación y abrir la puerta. Sutherland se mostró perplejo: “Signore Fellini, ¿cómo abro la puerta?”. Aunque hay que admitir que ciertos directores tendían a perder la paciencia frente a algunos actores con escaso coeficiente intelectual. En La legión invencible, hay una escena en la que Victor MacLaglen está arengando a unos soldados a caballo. Pasaba por ahí un chucho y Ford decidió improvisar. “Victor, acaricia al perro”. “¿Qué?” “Acaricia al perro. Di: ‘Bonito perro, setter irlandés’”. Ford se dispone a filmar, Victor se dirige a la tropa, aparece el perro y “Perrito bonito… Pastor alemán”. “¡No! ¡Galgo ruso, estúpido hijo de puta!”, fue la amable reconvención del director.


Sí, es George Clooney. Y no es un plano de una de los Coen. Es su reacción al conocer las 6 candidaturas a los Óscars de Buenas noches y buena suerte
 
Pero ni siquiera un director con mala leche puede dominar a un actor si éste es tarugo de verdad. Uno de los actores más necios, Dennis Hopper, tuvo la desdicha de cabrear tanto a Henry Hathaway en Los cuatro hijos de Katie Elder, que el director le hizo repetir 87 veces su último plano en la película. Después, mandó que le pusieran en la lista negra y Hopper no volvió a trabajar hasta que Hathaway le llamó para torturarle de nuevo en Valor de ley, cinco años después. A decir verdad, Dennis se las ganaba a pulso. Tanto le detestaban compañeros actores y directores que Brando exigió que sus escenas juntos en Apocalypse Now! fueran rodadas por separado, ya que no soportaba su mera presencia.


El hijo de Indiana Jones con un admirador

Otro caso apasionante es el del actor bobo y bocazas. El último y más sonado es el protagonizado por Shia LaBeouf (alias Shitty LaBeouf), quien declaró que la última de Indiana Jones era “una mierda”. Esta gran verdad le sentó como un tiro a Spielberg, quien había descubierto a Shitty y lanzado al estrellato en Transformers I y II. Por tanto, Spielberg, que no es rencoroso, le puso inmediatamente en la lista negra (como ven, es la venganza favorita de un director con poder), con lo que Shitty pudo por fin hacer obras artísticas, que era lo que él ansiaba: obras de la talla de Wall Street 2 o Nymphomaniac 1 y 2.

Kirk debe estar pensando “Soy demasiado viejo para esta mierda”. Travolta, a lo suyo
  
También se da el caso del actor famoso que es abducido por una secta religiosa. Piensen en los estragos que ha hecho la cienciología, esa secta que tiene como primer mandamiento “Ámate a ti mismo sobre todas las cosas”. Y no, no estamos pensando en Tom Cruise, que es Gran Maestre con entorchado púrpura, está en contacto telepático con Ron Hubbard, el difunto fundador, y no tiene un pelo de tonto. Pensábamos más bien en alguien como John Travolta. Un tipo que se convierte en una superestrella gracias a Fiebre del sábado noche y Grease, y que luego se tira veinte años haciendo bodrios aún peores. Hasta que llega el gran misionero de los actores fracasados u olvidados, Quentin Tarantino, y le pone en Pulp Fiction. Travolta vuelve a estar de moda, le seleccionan de nuevo para el Óscar y él se pone un caché estratosférico para seguir haciendo pelis de mierda durante dos décadas más. “¿Mi mejor cualidad? La transparencia de mis ojos. Dejan ver cualquier pensamiento que tenga”. Hagan la experiencia cuando vean un primer plano de Travolta: tiene unos pensamientos radicales. John Travolta es el ejemplo palmario de eso de “todos los tontos…”.

 
Jake Gyllenhaal en un momento de animada intoxicación

Imaginamos que si en inglés existe el adagio, hoy en desuso, “as ignorant as an actor”, por algo será. Y es que te encuentras bobos en todos los lugares. ¿A que ustedes no se imaginaban que Ingrid Bergman era lerda? Pues sepan que la bella Ingrid era lo que hoy eufemísticamente se conoce como borderline. Y vean qué actriz tan admirable era… Mientras otros que parecen bobos no lo son tanto. Piensen en alguien como Charlie Sheen. Contaba Charlie que estaba viendo la tele con su hermano Emilio y que en ese momento se anunciaba que Keanu Reeves iba a trabajar con Bertolucci –después de rodar con Gus Van Sant y con Coppola. Charlie comentó: “Tío, ¿qué es lo que estamos haciendo mal?”. Y es que no hay que confundir al juerguista desenfrenado con el bobo, aunque en algunos casos coincidan. O al que es bobo porque tiene unas posturas ideológicas aberrantes para ustedes. Seguro que piensan que un tipo como John Wayne era un cretino total. Pues no. Facha a morir, sí, pero bobo no. Porque un bobo no se aguanta treinta años de insultos de John Ford así como así. O considera que su interpretación en Valor de ley es una “bufonada” y que el Óscar dichoso se lo tendrían que haber dado a Richard Burton…

Concluyamos con una bella frase de Marlon Brando dirigida a uno de los actores más cretinos de los últimos tiempos, Val Kilmer, en el contexto, además, de una de las películas más necias de la historia del cine, La isla del doctor Moreau: “Creo que confundes la magnitud de tu talento con la magnitud de tu salario”.
  

No es una peli: es Tom haciendo apostolado