miércoles, 8 de febrero de 2023

ESTRENOS DE OCASIÓN: "LLAMAN A LA PUERTA" (Knock at the Door, M.Night Shyamalan, 2023)

 

por el señor Snoid

No se puede negar que la carrera de M. Night Shyamalan es, cuanto menos, curiosa. Sus dos primeras películas apenas tuvieron repercusión (Praying with anger y Wide Awake, al parecer esta última salvajemente amputada por Miramax), colaboró en guiones que sí tuvieron notable éxito (en las taquillas: Stuart Little) y dio la campanada con El sexto sentido. Acto seguido Shyamalan realizó una de las mejores películas de superhéroes (El protegido) y un film de terror muy conseguido (Señales, cinta que tiene bastantes elementos en común con Llaman a la puerta) que combinaba la llegada del apocalipsis con unos afortunados toques humorísticos, pese a que aquí ya se empezaban a notar las costuras de la marca de la casa Shyamalan: “Voy a explicar en los últimos cinco minutos todos los cabos sueltos”. Método que se hacía particularmente irritante en El bosque, donde interesaba mucho más el silencioso y apenas sugerido enamoramiento de William Hurt y Sigourney Weaver que la trama principal protagonizada por Joaquin Phoenix, Bryce Dallas Howard y la nariz de Adrian Brody. Por contra, La joven del agua contenía elementos magníficos, aunque Shyamalan no pudo evitar introducir como personaje a un crítico de cine totalmente gilipollas e interpretarse a sí mismo como el futuro autor de un libro que “iba a salvar el mundo”. Chistes que no hicieron demasiada gracia a la mayoría de los críticos norteamericanos, colectivo con escaso sentido del humor que se tomó estas payasadas como gravísimas ofensas personales. No obstante, el director no cejó y acometio una especie de remake no confesado de Los pájaros de Hitchcock, El incidente (sin Rod Taylor pero sí con Mark Walhberg). A partir de aquí, la caída: un desastre épico, Airbender (que a nosotros no nos pareció tan mala; por lo menos, no era tan subnormal como la mayoría de películas dirigidas al público infantil), que forzó al director a colaborar con el matrimonio Smith-Pinkett en el esfuerzo de convertir a su hijito Jaden en una especie de Shirley Temple en varón y en afroamericano: After Earth (de la que nada podemos decir pues sólo vimos diez minutos). Cuando parecía que el realizador estaba acabado, Shyamalan tomó una decisión astuta: hizo una modesta película de terror con cuatro perras, La visita, donde parcialmente abandonaba su didáctica manía de aclarar la trama en los últimos momentos del film y creaba una eficaz atmósfera malsana y, por momentos, repulsiva. Tras esta inesperada resurrección, convirtió El protegido en una trilogía con Múltiple y Glass. La primera se salvaba del ridículo total gracias a la interpretación de James McAvoy y la segunda ahondaba en la desmitificación del subgénero de superhéroes (reducción al mínimo de la esperada espectacularidad que suelen ofrecer estos subproductos, rechazo total a las expectativas del espectador y un final deprimente). La pandemia pareció inspirar a Shyamalan en Tiempo, donde una empresa farmacéutica (Johnson&Johnson, aunque en el film se la denominaba Wilson&Wilson o Snoid&Snoid: no lo recordamos con exactitud) hacía un experimento atroz con los personajes —que, como es costumbre en el director, sufrían como condenados— y Shyamalan pudo también seguir contando con actores espantosos (¿quién, en su sano juicio, salvo M. Night, contrataría a Rufus Sewell?). La cinta posee un esquema similar a la reciente Llaman a la puerta.


El Apocalipsis está de moda

En realidad, siempre lo estuvo, sobre todo desde el triunfo del cristianismo, que recogió la escatología apocalíptica de tradiciones previas como el zoroastrismo y el judaísmo. Aunque quizá ahora —Shyamalan suele tener buen ojo a la hora de escoger sus productos según las tendencias del momento— tal moda sea casi omnipresente: pandemia, crisis económica, fascismo rampante, cambio climático y desastres naturales por doquier, Santiago Abascal como próximo vicepresidente (o presidente) de Las Españas...


La cabaña del fin del mundo

Aunque algún elemento tiene en común con la novela de William Hope Hodgson, lo que plantea Llaman a la puerta es una situación apocalíptica que tiene sus bases en una teología muy despreciable: la que justifica que para lograr la salvación es necesario cometer la más maligna de las acciones. Veamos: en una hermosa cabaña aislada junto a un idílico lago se halla un matrimonio homosexual con su pequeña hija adoptada. Y ahí aparecen cuatro personajes que perturban la felicidad familiar con el anuncio del inminente fin del mundo. El apocalipsis sólo podrá evitarse mediante el sacrificio: los tres habitantes de la cabaña tendrán que elegir quién de ellos sufrirá la muerte a manos de cualquiera de los otros dos, según les anuncian sus inesperados visitantes. Estos no son otros que Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, pero en versión inversa: el caballo blanco, la muerte, es Leonard, un profesor de educación física que representa la vida; Redmond, el caballo rojo de la muerte, es el personaje más violento, aunque, en el fondo inofensivo; Sabrina, el caballo de la enfermedad, es enfermera, y Adriane, el caballo verde de la hambruna, es cocinera. Y todo termina con fuego, al igual que el omnipresente fuego del Apocalipsis del Nuevo Testamento.

 


Muy pronto Shyamalan deja ver sus intenciones. Al principio del film, la pequeña se halla capturando saltamontes a los que mete cariñosamente en un tarro: paralelismo de lo que van a experimentar los habitantes de la cabaña. Pero Shyamalan no consigue crear la atmósfera opresiva y tensa que podría hacer de Llaman a la puerta un relato apasionante. En parte ello se debe a la debilidad del guión (los flashbacks no aportan nada a la historia y son totalmente prescindibles, pese a que su intención sea que nos interesemos por el matrimonio gay y su hija), que muestra unos personajes que no llegan a interesar demasiado en ningún momento, y en parte a la puesta en escena: a ojo de buen cubero, casi un tercio del metraje está compuesto de primeros planos. Y esta decisión estética podría ser acertada, pero resulta desafortunada si esos primeros planos los encarnan actores con la expresividad de un Dave Bautista. Por descontado, hay elementos positivos: Shyamalan no insiste en exceso en el tremendismo de la situación —el fin del mundo y la aparición de los cuatro visitantes se presentan con una sorprendente naturalidad: una paradójica desdramatización de la situación más dramática posible— y, como es habitual, destaca la habilidad de Shyamalan para sacar partido de una historia aparentemente simple en un único y exiguo escenario. Pero, por desgracia, todo esto no es suficiente para justificar las siempre desaforadas ambiciones del director.


4 comentarios:

  1. A mí es que el argumento de la peli me pareció una sandez. Ni me interesaron demasiado los personajes. La diferencia con "Señales" en ambos terrenos es abismal. Ahí los personajes molaban y te sentías más implicado en el dilema sobre si creer o no. Pero me parece que pese a todo "La cabaña" está muy bien dirigida. Y la jugada de hacer una peli con cuatro duros y que haga un taquillazo le ha salido otra vez redonda.

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    1. Exacto. Puede estar todo lo bien dirigida que quieras, pero sí el guión es putrefacto... Insisto en que abusa de los primeros planos, pero ciertamente no es el mayor defecto de la película. Y, caramba, Roberto: el estado de su cuenta corriente debería darnos un poco igual, ¿no?

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    2. No, si no me importa tanto. Aunque sí me alegró que le fuera bien con "The visit", que se la había financiado él con su pasta porque nadie iba a producirla. Solo constato que esa estrategia de producción le esta funcionando a menos a nivel resultados de taquilla. Lo mismo así rueda otra película que esté bien.

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    3. Tienes razón. Es posible que como la última que hizo con ciertas ambiciones, "Glass", no debió funcionar muy bien en taquilla, el hombre se haya dedicado a eso que Hitchcock denominaba "Run for cover": jugar sobre seguro, vamos...

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