por el señor Snoid
En efecto, amigos: lo español vuelve a estar de
moda. Entre nuestra espectacular recuperación económica (para bancos y grandes
empresas), lo que los medios de comunicación llaman el desafío
independentista
y aquellos que rigen los destinos de España (todos ellos empeñados en
destruirla), no gozábamos de un momento semejante desde, por lo menos, la
Armada Invencible. Y para celebrarlo como españoles de bien, ¿qué mejor sino
hablar de algo tan español como el doblaje?
El doblaje es algo que nos ha acompañado toda la
vida. Amigos y conocidos nuestros, todos ellos lingüistas vocacionales,
aseguran que es la causa principal del horrendo inglés que hablan los
españoles. Y dado que España e Italia son los países donde más salvajemente se
dobla, y que españoles e italianos hablan el inglés más penoso de la Europa
occidental, han sumado dos más dos y han llegado a esta terrorífica conclusión.
Nosotros no lo tenemos tan claro. Este siervo suyo, que durante varios
quinquenios ha dado clase de inglés a los hijos de la señora Snoid, curso tras
curso se encontraba con una férrea realidad: unas pocas palabrejas nuevas, un
par de verbos con preposición y ¡el presente continuo! (una obsesión para los
profesores de inglés). Dado que, según aseguran, la “inmersión” en la lengua
inglesa comienza a los tres años sería de esperar que quince años después los
escolares hablaran el inglés como Laurence Olivier. Pues no. Con suerte, a los
trece añitos les empezarán a explicar cómo se hace una frase en subjuntivo (más
un refuerzo del presente continuo), pero seguirán sin poder chapurrear una
oración simple. Así que el sistema educativo nacional algo tendrá que ver. Por
suerte, hoy en día, gracias a gentes como ese texano antipático, Vaughan (que
jamás dice que es de Texas), parece que la cosa ha mejorado un poquitín.
Hay que admitir, sin embargo, que el
doblaje provoca fenómenos extraños. Nosotros, por ejemplo, preferimos la
versión doblada de Vertigo a verla en inglés. ¿La razón? Pues que en nuestra lejana juventud la
vimos en el cine una docena de veces en versión doblada y se nos quedó grabada
la copla. Y por una razón más esotérica. Vean este breve momento en versión
original:
Y ahora a versión doblada:
Ese extraño suspiro que desliza Madeleine/Judy
no aparece en la película original, sino que es algo que se grabó en la versión
hispana. Suspiro o quejido que añade una gota más de misterio a una escena
bellísima plena de onirismo...
Sin embargo, cierto es que el doblaje, en la
mayoría de los casos, es una aberración. Aberración que da lugar en ocasiones a
momentos divertidísimos. Por ejemplo, cuando en la versión inglesa de una
película se habla en español. Esto ocurría con frecuencia en los westerns. La
solución era que todo el mundo hablara en español, que algún personaje
estuviera sordo y que hubiera que repetirle el diálogo o unas inevitables
redundancias. Así nos perdimos irremediablemente a John Wayne hablando en
español en Centauros del desierto:
Y así lo solucionaron:
Algo que no canta demasiado. Lo que sí resulta
notablemente forzado es cuando los indios hablan en indio. O cuando un indio no
habla en indio, como en Fort Apache:
No es que Ford fuera un indocumentado. La
mayoría de los apaches hablaba castellano porque llevaban siglos relacionándose
con españoles primero y mexicanos después por medio de la rapiña, la violación,
el rapto y, a veces, hasta el comercio. Es lo que se llama lenguas de contacto. Así que tiene todo el
sentido que Cochise hable en castellano y le traduzca el sargento Beaufort
(Pedro Armendáriz), de madre mexicana.
Lo interesante es cómo
se solucionó este peliagudo problema para traductores y adaptadores. Sencillo:
Pues que el indio hable en indio y el militar
también. Pero no acaba aquí la cosa. En la algarabía que hablan Cochise y
Beaufort hemos detectado auténticas palabras apaches. Se lo explicamos; no
crean que nos tiramos el moco ni que nos hacemos los listos: desde niños,
siempre tuvimos un terror cerval a que nos capturara una partida de apaches, y,
en previsión, aprendimos unas cuantas palabras básicas para que nos adoptaran
en vez de torturarnos o esclavizarnos; lo más trillado, vamos: chàà (amigo), ahò (agua), natan (guerrero), pinda-liquoyi (ojos blancos: hombre
blanco), perro
(chinéé) y esas cosas. Pero, ¿cómo es posible que alguna de estas palabras se
deslizara en la versión hispana? ¿Tendría a mano el traductor un Tesauro
Español-Apache? Un misterio tan grande como el “¡Ah!” que exhala Kim Novak en Vertigo...
Otro asunto relacionado con el doblaje es la
traducción, y de aquí, el purismo. Hordas de lingüistas (profesionales)
enloquecidos nos advierten del peligro del inglés y su penetración a través de
pelis y series. Hay que reconocer que en el caso de los calcos algo de razón
tienen; por ejemplo, los más habituales: Forget it (Olvídalo), Give me
a break
(Dame un respiro), Bastard (Bastardo), Sure (Seguro), You are
pathetic
(Eres patético), Leave me alone (Déjame sola) y mil más. Pero como nosotros
pensamos que nadie habla como en las pelis, dobladas y sin doblar, la verdad es
que no nos ponemos tan histéricos, aunque reconozcamos que se nos erizan los
cabellos cuando oímos cosas como resetear o implementar.
Sin embargo estos lingüistas, aquejados de un
purismo insoportable, achacan a estas traducciones no sólo sus deficiencias,
sino que hablan de unos curiosísimos hechos lingüísticos dignos de un episodio
de Expediente X:
así, los traductores de productos audiovisuales, según estos lingüistas, sufren
de El Síndrome léxico de Estocolmo, La palimpsestuosidad fortuita y el Síndrome del
preso de palabras.
Todos estos majaderos sintagmas que esconden majaderos conceptos son reales:
nosotros nos hemos molestado en leer artículos sobre el tema. Y hemos llegado a
la siguiente conclusión: hay gente que, por un proyecto de investigación
subvencionado, vendería a su madre en un burdel de Damasco. Y luego hablan de
la espantosa corrupción del partido que nos gobierna...
El caso inverso es cuando el purismo se halla en
el original. Un ilustrativo ejemplo lo encontramos en Valor de ley (True
Grit,
Henry Hathaway, 1969), pues muy hábilmente la guionista Marguerite Roberts no
alteró demasiado los diálogos del original literario de Charles Portis, y los
personajes de la película hablan con un notable —e ingenioso— aire añejo:
Se comprende que sea difícil traducir ese “Fill
your hands, you son of a bitch!” con que Wayne da por terminada la conversación
con Ned Pepper (Robert Duvall). Al pobre traductor le queda poco más que un soso
“¡Desenfunda1” o alguna originalidad similar...
“Defender su fuero”, “El agravio del que fui víctima”...
les aseguramos que, en el original, Gregory Peck no emplea un lenguaje tan
florido. Aunque la palma en este film se la lleva Burl Ives (en cierto momento
le dice a su hijo, el impresentable de Chuck Connors: “¿Tendrás, por ventura,
alguna gracia que desconozco?”). Vean a Burl en un momento de monológico
esplendor: