viernes, 27 de enero de 2023

EL CINE QUE TANTO AMAMOS (ENERO DE 2023): HITCHCOCK - HAWKS - SERRA

por Francisco López Martín

 

Inauguramos esta sección con la esperanza de que estas notas dispersas encontrarán en el benévolo lector un destinatario que sepa disculpar sus faltas y acoja con simpatía la voluntad de comunicar amor por el mejor cine, único propósito que las guía. En cada entrada nos ceñiremos a unas pocas incitaciones, persuadidos de que la brevedad es un valor en sí. Convencidos también de que en el ámbito cultural no hay receptor omnipotente, con la misma sensibilidad para toda clase de propuestas, intentaremos centrarnos en aquellas que nos encontraron en horas propicias, y declararemos sin tapujos nuestros problemas de comprensión allá donde se encuentren, absteniéndonos por lo general (enunciada la regla, enseguida se darán las incongruencias de rigor) de la desagradable tendencia a situar como falta del objeto lo que suelen ser deficiencias del sujeto (aunque sólo sea debida a una dedicación de tiempo inadecuada para entender la obra en cuestión).

1. El mes cinematográfico empezó con la revisión de Atrapa a un ladrón (To Catch a Thief¸ 1955). En los últimos meses, el cine de Alfred Hitchcock se ha convertido en uno de los polos fundamentales de nuestra obsesiva tendencia a estar en contacto con el gran cine. Nuestra admiración se remonta a la primera adolescencia y, desde entonces, no ha hecho sino acrecentarse. Evidentemente, nada descubrimos en cuanto a la categoría del director británico, si bien tampoco ha de creerse que sea universalmente aceptada: así, en este mismo Bulevar, creemos que el señor Snoid matizaría mucho nuestras alabanzas, fundamentalmente por encontrar sus propuestas demasiado dirigistas, en el polo opuesto, digamos –gigante contra gigante– de un John Ford.

En la ficha de la película que figura en Filmin, encontramos la siguiente observación: "Su tono ligero fue malinterpretado como una debilidad en su momento y hoy se reivindica como una gran película del maestro del suspense". Creemos que esta confusión perdura también hasta cierto punto en el aficionado actual. Y es que una cosa es la levedad de la historia, innegable, y otra, muy distinta, —pero también, creemos, difícil de objetar— el dominio de la forma que demuestra en la película el director británico, más allá de celebrados hallazgos que han pasado a la historia, como el de la escena del beso con los fuegos artificiales. La película se inserta, dentro de la filmografía de Hitchcock, en un prodigioso ciclo de películas que éste dirigió en las décadas de 1950 y 1960, y, más concretamente, justo antes de que rodara las extraordinarias Vértigo (Vertigo, 1958), Psicosis (Psycho, 1960) y Los pájaros (The Birds, 1963). Atrapa a un ladrón queda tal vez un escalón por debajo de ellas, pero no deja de ser una lección magistral de construcción y dominio del relato.




2. ¡Peligro… línea 7000! (Red Line 7000, 1965), de Howard Hawks, que teníamos muy olvidada, nos pareció una película que ha envejecido muy mal, empezando por esas horribles concatenaciones de formatos entre carreras filmadas in situ y escenas con los actores rodadas en estudio y siguiendo por un guión abominable (y, no, en esta ocasión no creemos que repetidas visiones nos convencerían de lo contrario), y que, desde luego, bajo ningún concepto puede figurar entre lo mejor de uno de los directores más importantes del Hollywood clásico. 



Mucho más placentera resultó una nueva visión de El Dorado (1966), en la que Hawks demuestra una precisión narrativa excepcional, con uno de esos guiones que parecía rodar una y otra vez (si hay directores que, como Ozu o Rohmer, dan la impresión de estar realizando siempre el mismo film —dicho con toda nuestra admiración por el genial realizador japonés y por el muy apreciable director galo—, se antoja que Hawks tenía una plantilla que aplicó en varias ocasiones a los diversos géneros que tocaba, en general, por otro lado, con resultados muy felices).



3. Pacifiction (2021), de Albert Serra, nos pareció una de las grandes películas del año. La potencia de las imágenes —y de la banda sonora, deudora, como algunos de sus giros, del cine de David Lynch— despertó en nuestra memoria cinéfila desde el comienzo ecos hasta cierto punto irracionales —si bien resulta claro que el título de Serra se inserta en algunas de esas tradiciones— con diversos títulos del mejor cine de los años 70, entre los cuales sólo nos atreveremos a citar dos: El reportero (Professione: reporter, 1976), de Michelangelo Antonioni, y El asesinato de un corredor de apuestas chino (The Killing of a Chinese Bookie, 1976), de John Cassavettes. Tal vez por ese personaje masculino que sentimos abocado a una investigación de la que se adivina que no saldrá nada bueno… y sobre todo por esa sensación difícilmente expresable de que el cinematógrafo ha logrado atrapar algo más poderoso que la vida. 



Menos gozosa resultó la nueva vuelta a la primera película del director, Honor de cavalleria (2006), realización que parece situarse más allá de toda categoría conceptual que nos permita pensarla con rigor (sin duda, la limitación es nuestra) y que, quizá más preocupante, sigue sin ejercer en nosotros el necesario atractivo que invitaría a un análisis pausado, tal vez condición necesaria (la de entender su engranaje) para su disfrute. No obstante, creemos que el cine de Albert Serra, por lo que conocemos de él y pese a la distancia estética que nos separa de algunas de sus propuestas, es una cita ineludible para los espectadores y analistas más exigentes del cine contemporáneo. (El lector interesado puede encontrar una estupenda visión panorámica realizada por un espectador sensible a las bellezas de su filmografía: https://www.quaderndelesidees.press/albert-serra-idealismo-y-fanatismo/).




No hay comentarios:

Publicar un comentario