Sin
duda alguna, la obra cinematográfica del ruso Andréi Tarkovski (1932-1986) es
una de las cimas más profundas y originales que ha dado el séptimo arte en sus
poco más de cien años de existencia. Desde La
infancia de Iván (1962) hasta Sacrificio
(1986), pocos realizadores pueden mostrar una filmografía tan compacta en su
grado de maestría como la de este director. Obras complejas hasta cuyo nivel no
siempre es fácil remontarse de primeras, pero que sin duda merecen el esfuerzo
de las visiones repetidas, la reflexión, la entrega y las lecturas a las que
pueden obligar incluso a los espectadores más avezados.
Esculpir en el tiempo: Reflexiones sobre
el arte, la estética y la poética del cine (1988) merecen
figurar en un doble lugar de honor. Primero, por contarse entre las
meditaciones ético-estéticas más profundas que haya dado en forma escrita la figura
de un realizador eminente; segundo, por constituir un elemento que nos
atreveríamos a calificar de imprescindible para entender en toda su magnitud un
proyecto cinematográfico de la envergadura del propuesto por Tarkovski. «Para
mí no hay duda de que el objetivo de cualquier arte que no quiera ser “consumido”
como una mercancía consiste en explicar por sí mismo y a su entorno el sentido
de la vida y de la existencia humana. O quizá no explicárselo, sino tan sólo
enfrentarlo a este interrogante», escribe el cineasta ruso al comienzo del
capítulo «El arte como ansia de lo ideal». Ése es el nivel en el que está
escrito este libro y en el que está realizada la obra cinematográfica de este
gran maestro.
A lo largo del libro, Tarkovski
demuestra no sólo una originalidad y una profundidad como pensador
parangonables a las de su obra cinematográfica (véase, por ejemplo, su
comparación de la obra pictórica de Rafael en relación con la de Vittore
Carpaccio), sino también una cultura cinematográfica y literaria absolutamente
exquisita, en la que las referencias a Bresson, Bergman o Kurosawa se dan la
mano con las citas a Pushkin, Proust o Thomas Mann. Aquí tenemos a un hombre de
cultura y refinamiento que ha sabido filtrar perfectamente multitud de modelos
poéticos e intelectuales del máximo nivel para decantar un pensamiento estético
y una obra artística que están siempre al servicio de los asuntos
verdaderamente importantes de la existencia humana.
Concepción tan exigente de la responsabilidad
del hombre y del artista no puede dejar de mostrarse crítica con una coyuntura
existencial que, más de tres decenios después de la publicación del libro, no
ha dejado de ser la nuestra. Ni de oponer un hondo sentido de la religiosidad y
la sacralidad en su concepto más elevado a la vulgaridad y obscenidad de una
existencia y una civilización triunfantes a fuerza de su enfermizo apego al
egoísmo y el materialismo. «Hemos creado una civilización que amenaza con
destruir toda la humanidad. Ante esta catástrofe global, me planteo la única
cuestión que me parece importante en sus principios: la pregunta por la
responsabilidad personal del hombre. La pregunta por su capacidad de sacrificio
interior, sin la que cualquier pregunta por lo espiritual resulta superflua».
Si adoran ustedes el cine de Andréi
Tarkovski y no han leído este libro, descubrirán en él un auténtico tesoro. Si
sienten algún interés por el cine de Andréi Tarkovski, pero se encuentran con
dificultades a la hora de acceder a su núcleo más íntimo, probablemente no
hallarán mejor guía que estas páginas para acceder a él.
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