por el señor Snoid
Necesario no. Imprescindible. Y de paso,
eliminar también al ratón. Y a las elefantas comadres que se burlan de Dumbo y
de la desgracia de su mamá. Y a los obreros negros. Y la melopea que agarra
Dumbo, no vaya a ser que los críos le imiten. Total, siempre nos quedará Eva
Green. Ya ven cómo se las gasta la otrora firma puntera en esto de la
animación, aunque sus últimos productos sean remakes con actores (reales). Y
ya ven cómo ha evolucionado la carrera de Tim Burton. El hombre que un día hizo
Bitelchús
y Eduardo Manostijeras no levanta cabeza desde la infausta Ed Wood (detestable explotación
de dos figuras patéticas del cine); a partir de ahí, Tim ha realizado películas
de la calaña de El planeta de los simios, Charlie y la fábrica de chocolate, Alicia en el país
de las maravillas
o Sombras tenebrosas, por citar unos pocos horrores. Sospechamos que su Dumbo es una edípica venganza
contra Disney, pues Tim comenzó en la empresa como meritorio.
Walt es depositado en su cápsula de criogenización por un par de operarios
No obstante, la controversia persigue al
estudio. Una falsa controversia, por supuesto. Esto es para que nos deleitemos
imaginando a Halle Beily de sirena. Aunque les confesamos que nosotros
hubiéramos preferido a Rosario Dawson o a Halle Berry:
En la anterior entrega les comentábamos las airadas
reacciones que había provocado el aniversario del primer éxito de Disney, Steamboat
Willie
(1928): que si violenta, que si se regocijaba con el maltrato animal, que si
prácticamente era un apología del terrorismo y un apoyo subliminal al procés... También comentábamos
que en esto del cine la memoria suele ser flaca. Porque los voceras se pusieron
moralistas debido a la fama de Disney y del ratón Mickey. De haber tenido un
poco más de sentido (y de conocimientos) no sabemos qué habrían pensado de un plagio
que del corto de Walt realizó la Warner un par de años después, pues es mucho
más violento, racista y pro-maltrato animal que el corto del ratón dichoso. De
hecho, cuando la United Artists se hizo con los fondos de la serie Looney
Tunes
prohibió cualquier pase televisivo, y, posteriormente, al hacerse el popular
magnate Ted Turner con la propiedad, juró sobre siete biblias que nunca
volvería a exhibirse este corto. Lo lamentamos, Ted, pero en pro del interés
histórico-sociológico hemos de saltarnos la prohibición:
Y es que si la
animación siempre fue un excelente vehículo para la formación del espíritu,
ahora las tornas han cambiado y la pseudoideología campa a sus anchas.
Ideología nada peligrosa, por supuesto, dado que es difícil hallar presupuestos
ideológicos a derecha o izquierda. Por ejemplo, ¿cuál es la ideología que
sustenta al PP, Ciudadanos y Vox? Sólo tienen un pilar: la defensa apasionada
del capital y de la propiedad privada. Lo demás (que si la unidad de
España, la banderita, los emigrantes, Cataluña, El Califato islámico) es pura
filfa para animar los debates de La Sexta. ¿Y la izquierda? La izquierda se
halla confusa, pues no sabe a ciencia cierta si luchar por la justicia social o
bien abrazar causas tales como el ecologismo (con el muy estúpido mensaje de
que “Estamos destruyendo el planeta”. No. Nos estamos destruyendo a nosotros.
El planeta sobrevivirá —preferentemente sin seres humanos), la defensa del atún
rojo o del leopardo de Arabia o el feminismo. Nada hay de malo en estas causas
si no se descuidaran otras.
Así, a los estudios de animación no les cuesta
nada ponerse un poco ecologistas o un poco feministas: no hay peligro alguno en
ello, sino más bien un cúmulo de elogios por su coraje y bravura. Así, la muy
alabada empresa Pixar nos regaló hace poco un espectacular corto que mostraba
valientemente la discriminación laboral que sufre la mujer en pleno siglo XXI.
Aunque la moraleja que extraímos nosotros fue un poco distinta: ¿A quién coño,
hombre o mujer, le gustaría trabajar en semejante empresa?
Y es que esto de la animación no ha progresado
demasiado en el curso del tiempo. Vean los canales de TV gratuitos o de pago y lo
cierto es que poco se salva de los productos contemporáneos. Los Simpsons y el muy minimalista Sin
Chan
(neorrealismo japonés en clave de dibujos animados). Se nos puede objetar que
ahora (sobre todo en las producciones para cine de Pixar) son más inteligentes
e incluso “autoconscientes” (como una peli de la Nouvelle vague de 1962). Pero todo
esto ya se hallaba en la animación del pasado. Por ejemplo, en este
extraordinario corto del genial Chuck Jones que algún paniaguado universitario
no dudaría en calificar de metalingüístico:
Y para concluir, otro corto que reúne a dos de
nuestros personajes favoritos: el Pato Lucas y el Demonio de Tasmania. That’s all, Folks!
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