por el señor Snoid
Habíamos dejado esta saga en el momento en que
las tropas soviéticas, al más puro estilo wagneriano que tanto entusiasmaba a
Hitler, arrasaban lo poco que quedaba por arrasar en Berlín y se dedicaban con
deleite al pillaje y la violación. Unos soldados irrumpieron en el apartamento
de Olga, y esta, hablándoles en ruso con tono altivo e imperial, exigió ver a
sus superiores. En pocos días Olga regresaba a la madre Rusia. Allí estuvo un
par de meses, habitando en una espléndida dacha cuando no se la
conducía a un piso franco de la NKVD para ser interrogada. La versión oficial
relata que estos interrogatorios se centraban en la obsesión que aún tenía
Stalin sobre Hitler: se preguntaba el bueno de Josef cómo era posible que un
monstruo como Adolf hubiera encandilado tanto al cultísimo pueblo germano.
Sinceramente, no creemos que Stalin fuera tan cretino. Lo más probable es que
la NKVD la interrogara sobre sus pasadas actividades durante la guerra, se le
dieran instrucciones de cara a su regreso a Alemania, o, dado que a Olga la
había reclutado el GRU y los distintos servicios de inteligencia soviéticos se
espiaban también entre sí, la NKVD quisiera recabar toda la información
posible.
El castillo Vogeloed: primera aparición de Olga en el cine
Otra leyenda muy bella procede de esos meses
moscovitas. La compañía del Teatro del Arte tuvo la ocurrencia de celebrar la
victoria soviética con una representación de El jardín de los cerezos, obra que ya habían
representado unas 10.000 veces. Al término de la función, la tía de Olga y
viuda de Antón Chejov, Olia, salió a saludar, reconoció a su sobrina entre el
público y se desmayó. Teniendo en cuenta que el teatro estaba abarrotado y que
tía y sobrina no se habían visto a lo largo de más de veinticinco años, la
anécdota nos parece preciosa, pero francamente improbable.
Vuelta a Berlín. Olga ocupa una mansión en el
sector soviético, pero pasa con total facilidad a los sectores controlados por
británicos, franceses y norteamericanos como Pedro por su casa. Recibe visitas
de decenas de periodistas occidentales y ella niega cualquier actividad
relacionada con el espionaje y deja bien claro que despreciaba a los gerifaltes
nazis. Cuando la situación comienza a calmarse, nuestra heroína decide retomar
su carrera cinematográfica.
Aunque ya no era precisamente una jovencita,
Olga ambicionaba volver al estrellato. Y ni corta ni perezosa fundó su propia
productora, Venus Film Múnich/Berlín. Productora que no tardó en estrechar
lazos con la antigua UFA, ahora propiedad del estado comunista alemán, para que
sus coproducciones pudieran verse en la Alemania Oriental. Algo totalmente
lógico, pues Venus Film fue financiada íntegramente con capital soviético,
aunque este hecho se ocultó cuidadosamente. La industria cinematográfica se
había trasladado a Múnich y allí marchó Olga con su nieta Vera, aspirante a
actriz. Por desgracia, la empresa resultó un fracaso, pues tres de las primeras
películas que realizó Venus Film (con una madura Olga como protagonista) no
tuvieron el éxito esperado. Sin embargo, ello no arredró a la corajuda Olga:
apareció (casi siempre en papeles secundarios) en más de veinte películas entre
1949 y 1974.
Un sombrero de paja de Italia: el sombrero de Olga desencadena toda la acción
En 1955 Olga se embarcó en otra aventura
empresarial: la Olga Tschechowa Kosmetik, casa comercial dedicada a cremas y
potingues femeninos que tuvo un éxito arrollador. Sin embargo, ¿quién, en una
Alemania anterior al “milagro económico”, iba a tener dinero para adquirir
estos carísimos productos cosméticos? Naturalmente, las esposas de los
oficiales de la OTAN que poblaban la República Federal de Alemania en aquellos
años. Y es que Olga organizaba saraos donde nunca faltaban invitaciones para
estas damas, donde el cotilleo sería habitual y Olga inquiriría sutilmente
sobre los rangos y actividades de los maridos de aquellas señoras, sin
descuidar detalles triviales sobre la ubicación exacta de las bases de
lanzaderas de cohetes nucleares o las características técnicas del nuevo
submarino Polaris.
Por otra parte, en 1955 Olga apenas tenía unos cientos de marcos, por lo que no
sería paranoico deducir que la Olga Tschechowa Kosmetik tuviera una buena
porción de accionariado soviético...
Las cremas de Olga son hoy cotizadas piezas de coleccionista
Por esta época ocurrió una anécdota espectacular
que, a diferencia de tantas otras, sí es verdadera. Recordarán ustedes que a
Elvis Presley, en la cima de su fama, le mandaron a hacer el servicio militar a
Alemania en 1959. Pues bien: el Rey y la nieta de Olga, Vera, se conocieron en
Múnich y se enamoraron: ello podría haber sido el broche de oro de la carrera
de Olga: emparentar con Presley, y, de paso, emparentar a la familia Presley
con la familia Chejov. Desafortunadamente, el idilio duró lo que duró la
estancia de Elvis en Alemania.
En 1962, irónicamente, Olga recibió el Deutscher
Filmpreis “por sus largos años de servicio a la industria cinematográfica
alemana”. Irónicamente porque unos cuantos años antes Hitler la había nombrado Artista
del Reich
y los soviéticos le habían concedido la Orden de Lenin (de extranjis) en 1945.
En 1980 Olga contaba con ochenta y tres años de
edad y padecía una dolorosa leucemia. Cuando se sintió morir, y como homenaje a
su tío Antón Chejov, quien había expirado siguiendo el mismo ritual, pidió una
copa de champán, la apuró y exclamó, ”La vida es bella”. Memorable final para
una de las mujeres más notables (y desconocidas) del cine del siglo XX.
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