por el señor Snoid
Es curioso que con Un asunto de familia Hirokazu Koreeda haya logrado el
reconocimiento universal y un cúmulo de premios festivaleros. Y no precisamente
porque sea una mala película, sino porque nos parece un tanto inferior a otros
films suyos más logrados, caso de After Life (1998), Nadie sabe (2004), De tal padre, tal hijo (2014), Nuestra hermana pequeña (2015), Después de la tormenta (2016) o la que es posiblemente
hasta la fecha su obra maestra, Still Walking (2008). Trataremos de explicar el
porqué de este tardío “descubrimiento”.
Como en buena parte de la filmografía de Koreeda, Un asunto de familia trata de los vínculos, relaciones y vivencias de una familia. En este caso se trata de una (aparentemente) bastante disfuncional y que vive en una pobreza infame. Cuando llegamos a su hogar en los primeros compases del film nos topamos con la casa más desastrada y asquerosa que hayamos visto en una película japonesa. Yasujiro Ozu no habría filmado un solo plano en esa casucha y hasta nos atrevemos a afirmar que habría vomitado con atisbarla brevemente. Añadamos, además, que parte de la familia se halla cenando y que la “mamá” se está cortando las uñas de los pies entre sorbo y sorbo de tallarines (la señora Snoid estuvo a punto de devolver su kit-kat sobre la nuca del espectador que tenía delante).
Como en buena parte de la filmografía de Koreeda, Un asunto de familia trata de los vínculos, relaciones y vivencias de una familia. En este caso se trata de una (aparentemente) bastante disfuncional y que vive en una pobreza infame. Cuando llegamos a su hogar en los primeros compases del film nos topamos con la casa más desastrada y asquerosa que hayamos visto en una película japonesa. Yasujiro Ozu no habría filmado un solo plano en esa casucha y hasta nos atrevemos a afirmar que habría vomitado con atisbarla brevemente. Añadamos, además, que parte de la familia se halla cenando y que la “mamá” se está cortando las uñas de los pies entre sorbo y sorbo de tallarines (la señora Snoid estuvo a punto de devolver su kit-kat sobre la nuca del espectador que tenía delante).
La familia la componen una matriarca anciana, un matrimonio
en el que él trabaja a ratos como peón del sector de la construcción
—escaqueándose todo lo que puede—, ella como planchadora en una gigantesca
planta de tintorería, una nieta que trabaja en un peculiar peep-show, un nieto que se dedica a robar en
las tiendas (en ocasiones con la colaboración de papá, quien le ha adiestrado:
la primera escena, en la que ambos realizan “la compra” en el supermercado, es
un prodigio de ritmo y planificación, sin necesidad de incluir suspense
alguno), y otra “nieta” adoptada al inicio del film. La niña vive con dos
progenitores sumamente odiosos: el papá zurra a madre e hija y la mamá es una
mujer amargada que —intuimos— también pega de lo lindo a su hijita de cinco
años.
Los pobres también ríen
A pesar de su pobreza, esta familia es relativamente feliz.
Sus miembros disfrutan unos de otros, comparten lo poco que tienen y no sólo
son solidarios entre ellos: también con los demás. El ambiente en la pocilga
que habitan es sumamente hedonista y divertido. El espinoso asunto de las
mangancias queda resuelto por la declaración del nieto, Shota, “Papá dice que
las cosas que hay en las tiendas no pertenecen todavía a nadie”. Y comienza a
enseñar a su nueva hermana las peculiaridades del negocio, en el que la
chiquilla demuestra ser una alumna aventajada.
Como es habitual en Koreeda, del retrato comunal se pasa a
los retratos individuales: la nieta mayor Aki se toma su trabajo en el peep-show con una vocación casi misionera: no
desprecia a sus clientes sino que incluso siente cierta conmiseración hacia
ellos (gran escena en la que, tras el momento de la cabina, le sugiere a un
cliente que pasen juntos a una habitación “para que se recueste en mi regazo o
nos abracemos”. El momento resulta extrañamente conmovedor). La madre, Osamu,
decide renunciar a su trabajo ante la amenaza de una compañera de denunciarla
por haber “secuestrado” a la niña. La dureza y determinación de la mujer son
parejas a las de la abuela del clan, y en parte es ella quien mantiene la
armonía y proporciona el amor que necesitan sus allegados; en este sentido, su
relación con la cría maltratada describe su carácter con unas breves pinceladas
(“Nunca te pegaré”, le dice cariñosamente mientras le muestra una quemadura
similar a una que porta la niña en un brazo: al principio del film, se había
opuesto enérgicamente a que la recogieran). Su marido, claro está, es un
inútil. Pero divertido. Y un tanto
patético. Y es que siempre es necesario tener un payaso en toda familia bien
avenida. Sin embargo, la abuela posee un cierto halo de misterio que sólo se
desvelará (desafortunadamente) en la última parte del film.
Hay varios momentos memorables: así, la excursión de la
familia a la playa. La abuela, sentada en la arena, contempla a su familia en
la distancia, junto a la orilla, y susurra, “Gracias, gracias”. Gracias por
tener una familia como esta. O el momento en que el tendero de un estanco al
que Shota ha robado insistentemente les regala unos polos al chiquillo y a su
nueva hermana y le espeta al muchacho: ”No le enseñes a robar a la niña. No es
bueno para ella”. O cuando el propio Shota se deja atrapar por los dependientes
de un supermercado y , acorralado, se tira desde un puente: Koreeda no nos
muestra imagen alguna del chico: simplemente vemos cómo las naranjas que ha
robado se esparcen por el suelo...
Sin embargo, hay un cierto desequilibrio en el tratamiento de los personajes. En principio, parece que contemplaremos la historia a través de los ojos de Shota; después es el punto de vista de la niña el que prevalece; de ahí pasamos al matrimonio, y, finalmente, a Aki, todos bajo la omnipresente y dominante figura de la abuela. Esta estructura no es que resulte confusa, pero de alguna forma tiende a dispersar nuestra atención sobre ciertos personajes en determinados momentos del film.
Sin embargo, hay un cierto desequilibrio en el tratamiento de los personajes. En principio, parece que contemplaremos la historia a través de los ojos de Shota; después es el punto de vista de la niña el que prevalece; de ahí pasamos al matrimonio, y, finalmente, a Aki, todos bajo la omnipresente y dominante figura de la abuela. Esta estructura no es que resulte confusa, pero de alguna forma tiende a dispersar nuestra atención sobre ciertos personajes en determinados momentos del film.
Algunos opinan que Koreeda es una especie de anti-Ozu.
Habría que recordar que en muchas películas de Ozu el mal rollo familiar era
frecuente y doloroso: otra cosa es que el director lo disimulara mediante su
delicada puesta en escena y el preciosismo de sus encuadres. Y que los críticos
e historiadores repitan hasta la saciedad que sus films trataban sobre la
dicotomía modernidad/tradición: un reduccionismo sin duda útil, pero
francamente insuficiente a la hora de describir la complejidad de su obra. La
sutileza de Koreeda al mostrar las relaciones familiares es distinta en cuanto
a la puesta en escena.
Por desgracia, Un asunto de familia flaquea en su último tercio, cuando tras la muerte de la abuela (a la
que entierran en la propiedad familiar ya que no tienen con qué costear los
gastos del sepelio: algo que nos dio ideas sobre ciertos familiares nuestros),
de forma elegantemente simbólica, se descubre que “nada es lo que parece”. Y
aunque Koreeda establece un evidente contraste entre lo que ha visto el
espectador y las conclusiones (erróneas) que de los hechos extraen policías y
burócratas de los servicios sociales, el metraje que se le dedica a esta parte
“explicativa” es un tanto excesivo y se aportan demasiados datos —de forma, a
nuestro entender, innecesaria. Y nos tememos que, en parte, el éxito del film
radica aquí: en la apelación a la indignación del espectador que conoce la
“verdad” frente a la ignorancia de las instituciones. En cierto sentido, la
llegada de la niña es un anticipo de la catástrofe (de forma similar al argumento de A
High Wind in Jamaica:
la inocencia provoca desastres). No obstante, ello no impide que el resultado
final sea excelente, aunque quizá menos brillante que el de algunas de las
películas de Koreeda citadas arriba.
Pues, curiosamente, yo no vi en su momento "Still Walking" porque oí que era una nueva versión de "Cuentos de Tokio" y me pareció un absurdo mayúsculo (esa manía del cine actual de hacer "remakes" innecesarios de obras inmejorables), aunque, evidentemente, con un mismo argumento se pueden hacer películas muy diferentes.
ResponderEliminarEn muchos aspectos, es justo lo contrario. Los abuelos no son enternecedores —más bien lo contrario—, la reunión familiar se hace en casa de ellos y son sus hijos y nietos los que se desplazan. No hay una hija tan comprensiva... En fin, multitud de detalles que la hacen diferente (aunque el punto de partida sea similar). Es un poco lo que comento arriba: esa comparación de Koreeda con Ozu, excepto por los retratos de familia que a ambos obsesionan, es un tanto perezosa (y majadera).
EliminarEntre las pelis que destacas falta una que me reultó estupenda, Kiseki.
ResponderEliminarMe ha encantado todo lo que cuentas y tengo que ver esa peli. Ya he vuelto a ir una vez al cine, a ver la de Cuerda (espero que hables de ella aquí, pero yo salí fascinado).
La buena noticia es que he ido una vez al cine, así que puedo ir más y, después de lo que has contado no me puedo perder la de Koreeda. A ver si la siguen poniendo.
¡Queridísimo! Me alegro que estés mucho mejor. Ahora sólo falta Lux para que la enfermería esté vacía. CS estuvo con un horroroso Herpes-Zoster hasta hace poco.
ResponderEliminarNo he visto la que citas. Sé que por aquí la titularon "Milagro", pero no he tenido oportunidad. A ver si por medios ilegales...
Pero es que tú eres aficionado al "realismo mágico hispano", querido NáN, y yo al esperpento, que creo nos representa mejor...
Me da que si en el páramo castellano la pasaron primero en una especie de cine-club y después, visto el éxito, la pusieron en unos multicines de centro comercial, seguro que todavía en Madrid está en algún hueco.
Enhorabuena de nuevo, ¡y abrazos!