viernes, 31 de julio de 2015

LA CANCIÓN DEL VERDUGO (una secuencia de "La noche del cazador"/"The Night of the Hunter", Charles Laughton, 1955)

Por Juan Gorostidi

 

Ignorada en su día, convertida con el paso de los años en una obra de culto, hoy La noche del cazador ha alcanzado la categoría de indiscutible obra maestra. Posiblemente la película de Laughton sea una de las más insólitas, bellas e inventivas de la historia del cine norteamericano. Serían necesarias muchas páginas para examinar esta obra con cierta exhaustividad[1]; nuestro propósito, sin embargo, consiste en analizar un breve fragmento que da cuenta de la extraordinaria puesta en escena que caracteriza todo el film.

Nos centraremos en un personaje episódico, el verdugo. Personaje que sólo aparece en la secuencia que comentaremos y muy fugazmente al término de la narración (en el momento en que Harry Powell, tras ser condenado, es escoltado hasta un coche por la policía. Uno de los agentes se dirige al verdugo, quien se encuentra en la calle: “Aquí tenemos uno para ti, Bart”. Y el hombre replica: “Esta vez será un placer”. La respuesta entra de lleno en la lógica de la narración: tras haber ejecutado a Ben Harper, el verdugo se encamina a su hogar acompañado por uno de los guardias de la prisión (1). El tono de la conversación y la apesadumbrada expresión del verdugo muestran a las claras que ejecutar a Harper (“Dejó viuda y dos hijos”) ha sido una tarea horrible.


1
  
Una vez en casa, Bart le expresa a su mujer su deseo de abandonar su trabajo y regresar a su empleo de minero (2). La réplica de su mujer es enormemente clarificadora: “Siempre te sientes así cuando hay una ejecución. No tienes que estar presente” (You’re always this way when there’s a hanging. You never have to be there). Resulta obvio que ella ignora que su esposo es el verdugo de la prisión[2].


2

A continuación, Bart se dirige a la pila, en el primer término del encuadre y se limpia las manos, como si sintiera la necesidad de purificarse después de haber llevado a cabo esa tarea que los miembros de su familia ignoran (3).



3

Acto seguido, se dirige a la habitación de sus hijos ya dormidos, y les arropa cariñosamente (4). Dos hijos -niño y niña- como los dos hijos de Ben Harper, el hombre al que acaba de ahorcar.

4

A continuación, un plano cercano de Bart: levanta la vista en actitud reflexiva (5) y en la banda sonora comenzamos a escuchar la canción del verdugo:

Hing, hang, hung... See what the hangman’s done.
Hung, hang, hing... See the robber swing...[3]



5

Y la canción provoca un asombroso encadenado musical. La tonada, interpretada armoniosamente mientras contemplamos el rostro de Bart, se convierte en una algarabía entonada por unos chiquillos con el cambio de plano (6): un grupo de críos les están cantando la siniestra canción a John y Pearl, los hijos de Ben Harper

6

John y Pearl aguantan estoicamente la crueldad de los otros niños (7) mientras los críos siguen entonando la canción.



7

Y para resaltar la crueldad, Laughton inserta un plano de uno de los críos que dibuja con tiza la silueta de un hombre ahorcado (8)

8

Detalle que aísla por primera vez a John en la secuencia (9), en un plano cercano que se asemeja un tanto al plano de Bart, el verdugo, cuando comenzamos a oír la canción del verdugo.


9

Y la culminación de la secuencia se produce mediante un corte brusco a un plano general (10), muy amplio (John y Pearl a la izquierda del encuadre; a los otros niños se les vislumbra en el extremo opuesto del plano, con el enorme espacio del camino en el centro: es hacia el hombre que se halla de espaldas hacia donde se dirige nuestra mirada).

10

Pero, ¿cuáles son los pensamientos del verdugo? Al realizar ese magnífico montaje sonoro, parece como si Laughton quisiera dotar de entidad a un personaje absolutamente marginal en el curso del relato: ¿piensa acaso que les cantarán esa canción a sus propios hijos si todos supieran que él es realmente el verdugo? ¿O está pensando en el sufrimiento que experimentarán los hijos de Ben Harper? Es imposible dar una respuesta al propósito del director. No en vano, el misterio y la imaginación infantiles constituyen buena parte de la grandeza de La noche del cazador.




[1] Por descontado, la bibliografía sobre La noche del cazador ha aumentado considerablemente en los últimos tiempos. El volumen más sobresaliente sigue siendo la obra de Preston Neal Jones, Heaven and Hell to Play With. The Filming of The Night of the Hunter (Limelight, Nueva York, 2002), una suerte de historia oral sobre la elaboración del film compuesta de numerosas entrevistas con varios miembros del equipo de rodaje. También posee interés la monografía de Simon Callow, The Night of the Hunter (Trowbridge, BFI, 2002). Y, naturalmente, es muy recomendable la lectura de la novela en que se basa la película: Davis Grubb, The Night of the Hunter, Harper&Brothers, Nueva Cork, 1953 (hay una excelente traducción castellana de J. A. Molina Foix, Barcelona, Anagrama, 2000). Entre las aportaciones patrias se hallan el volumen de Domènec Font, La noche del cazador. Charles Laughton, Paidós, Barcelona, 1999, y Juan Gorostidi, La noche del cazador de Charles Laughton, EIUNSA, Madrid, 2006.
[2] Algo que el subtitulado castellano omite. Tanto en las copias exhibidas a partir de 1986 como en las ediciones en DVD, el diálogo se traduce simplemente como “Siempre te pones así cuando hay una ejecución”, lo que desvirtúa por completo el sentido de la escena, y, en las proyecciones cinematográficas desencadena una irritante hilaridad – irritante al menos para quien esto escribe.
[3] Hing, hang, hung… Mira lo que ha hecho el verdugo/Hung, hang, hing… Mira cómo se balancea el ladrón. “To Hang” es, claro está, “colgar” en inglés.

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