martes, 3 de junio de 2014

LA PÁGINA DEL SEÑOR SNOID - LOS OLVIDADOS (IV)

Por el señor Snoid



Ya es hora de que abordemos algún asunto exclusivamente español. Porque, dado nuestro peculiar carácter, los olvidados de la piel de toro son legión, como los demonios que habitaban dentro de aquel pobrecillo hasta que Jesús los hizo salir en forma de gorrinos y les obligó a suicidarse despeñándose por el barranco. Qué tío. Y no es que a nosotros nos duela España: más bien nos da como vergüenza ajena. Piensen ustedes en un equipo ministerial: ¿a qué les recuerda? ¿no caen? Pues es como si vieran a un grupo de concursantes de un Gran Hermano para gente mayor. Esa Fátima, ese clon canario de Aznar, esa Ana Mato, ese líder todopoderoso aunque escasamente carismático… Y no es que le tengamos tirria al PP, no (que se la tenemos); recuerden a Leire Pajín. O recuerden El Maine. O a Bibiana Aído declarando que “hay que buscar una nueva masculinidad”, o a la Pajín diciendo aquello del momento cósmico en el que se juntaron dos líderes planetarios “de la talla de Obama y Zapatero”. Frases que se podrían haber oído en un Gran Hermano cualquiera o en Mujeres y Hombres y viceversa. La cantidad de tonterías que somos capaces de hacer y decir los españoles –nos incluimos en este grupúsculo– es infinita. Reflexionen sobre todas las sandeces que se dicen a diario sobre la deseada independencia catalana y el dichoso plebiscito. Nosotros creemos que lo más sensato sería hacer la consulta en cualquier parte de Iberia –Portugal incluida, que siempre la dejamos de lado injustamente– excepto Cataluña. Así, la pregunta sería: ¿Desea usted que Cataluña sea un país independiente? Nosotros votaríamos SÍ sin dudarlo. Pero con ciertas condiciones, como en el simulacro aquel que se hizo a propósito de la entrada en la OTAN. La primera condición sería que el estado español se quedara con el Ampurdán, pues es la zona de la región de la que, gracias a la Tramontana,  proceden la mayoría de los genios catalanes, desde Guillem de Berguedà a Albert Serra. Después procederíamos a vender Las Baleares a los germanos para saldar nuestra demencial deuda. A ellos les iba a dar igual (a los baleares, digo). Bien contentos que estuvieron los de Menorca durante su etapa bajo la bandera de Su Graciosa Majestad, atiborrándose de libras. El siguiente paso sería convertir Las Canarias en un penal -como Australia en sus orígenes– y mandar allí a todos los que ustedes están imaginando.

Pensarán ustedes que despreciamos España y todo lo español, en particular el cine patrio. Pues no. Lo que ocurre es que tenemos una idea muy clara de lo que se puede hacer por estos lares. Repasen una hipotética lista mental de las mejores pelis del cine español: Vida en sombras, Arrebato, El espíritu de la colmena, Vacas, El sur, Viridiana, Maravillas, La caza, Innisfree, El verdugo, Mamá es boba, El sol del membrillo, Un año en la luna, Honor de Cavalleria… No metemos La aldea maldita porque ya nació vieja. ¿Y las otras mudas? Pues Un perro andaluz (francesa, pero hecha por un baturro y un catalán con dinero cubano), El sexto sentido (no, no es la del indio: es de un tío de Bilbao) y quizá Al Hollywood madrileño. ¿Qué tienen en común? ¿que muchas tienen una “v” en el título? No: que todas son, en mayor o menor grado, bizarras, cada una a su estilo. Y esto es lo que nos gusta a los españoles, que el arte nacional sea de esa manera particular, desde El Libro de Buen Amor a los esperpentos de Valle; desde El Escorial al Valle de los Caídos (edificio bizarro bueno el primero; bizarro repulsivo el segundo: ¿nadie ha pensado seriamente en dinamitarlo?); de Berruguete a Goya. Claro que hay excepciones: uno ve un cuadro de  Velázquez o lee algo de Cervantes y piensa que hay dos buenas personas detrás. Y cuando vemos a uno de nuestros actores bizarros favoritos, Paco Merino, por un lado se nos alegra el corazón y por otro estamos seguros de que se trata de una buena persona.






Aquí arriba tenemos la glosa más extensa en letra impresa que hemos podido hallar sobre Paco. Y no, no hacemos publicidad de este volumen (Manuel González García, Diccionario Akal del teatro, Akal, Madrid, 1998), pues pensamos que el autor se lució con eso de la “gran eficacia y sensibilidad interpretativa”, que es como no decir nada. Nosotros procuraremos decir algo. En primer lugar, los mayores triunfos de Paco se han dado en la escena, porque tiene una voz espectacular y se mueve como un gato. Como no es guapo y siempre fue bajito y rechoncho, en el cine o en la tele ha sido una presencia fugaz (es decir, secundaria) pero constante, pues lleva en el asunto desde los Estudio 1 de los años sesenta hasta Bienvenidos al Lolita pasando por decenas de películas. Y en su andadura por algunas de estas pelis nos vamos a centrar.


Paco en El Dorado. De espaldas, en sus mejores perfiles, Omero Antonutti y la millonaria excéntrica Inés Sastre

Para nosotros Paco será siempre Salomón Toledo, pues le descubrimos en la estupenda Maravillas de Gutiérrez Aragón, film muy representativo del cine español, ya que había un grupo de actores a los que se les entendía muy bien (Paco, Fernán-Gómez, Quique San Francisco) enfrentado a otro al que no se entendía en absoluto (Cristina Marcos, Micky Molina, El Pirri) y hoy en día sería imposible hacer una peli así (adolescentes follando y drogándose, niños que golpean a curas, ancianos que no disimulan su pasión por la infancia). Salomón es un judío sefardí, mezcla de mago, charlatán y gurú. Es el personaje que le quita todos los miedos a Maravillas (Cristina Marcos) y es un poco como el padrino que todos hubiéramos querido tener. Como un Walter White de buen rollo si ello fuera posible, para que me entiendan.


Foto de Paco en la actualidad, más contento que unas pascuas


Paco siempre brilló con luz propia, le metieran donde le metieran. En El Dorado de Carlos Saura era quizá el único actor que salía airoso de todo el reparto. Y eso que el elenco era numeroso: Antonutti (excelente en El Sur, sí, pésimo en cualquier otra cosa en la que haya aparecido, hermanos Taviani incluidos; un síntoma más de que Erice es un genio), Lambert Wilson, Pepe Sancho, Poncela, Feodor Atkine y un centenar más. Pero los que se comían la tostada en aquella aburridísima peli de aventuras trágicas con Wagner o Amancio Prada de fondo eran nuestro Paco y el otro Paco, Algora.


Otra simpática instantánea de Paco

Paco, hemos de reconocerlo, nunca ha ocultado frente a la cámara que lo suyo son las tablas. Y puede que a ratos sea un tanto histrión. No lo ponemos en duda. Lo que nos desconcierta es que una cualidad que es halagadora para actores como Ralph Richardson, John Gielgud, Laurence Olivier o Peter O’Toole, todos con un punto (o dos) de ham actors, sea una desventaja aquí. Esa cualidad de Paco la vio muy bien Erice, quien le dio un breve pero intenso papel en El Sur: es el amante celoso de Aurore Clément en la peli que ve Antonutti y que provoca las sospechas de su hija Estrella. En un reparto en el que destacaba hasta Rafaela Aparicio, Paco no podía sino hacerse notar.


Paco junto a unos amigos

Otro fan de Paco es el director –ya retirado, a nuestro pesar– Manuel Gutiérrez Aragón. Y decimos a nuestro pesar porque si bien sus últimas pelis nos parecen flojas, es el hombre que dirigió y escribió El corazón del bosque, la citada Maravillas o Sonámbulos. Sin olvidar que Demonios en el jardín y La mitad del cielo tienen momentos excelentes; precisamente en esta última Paco tiene una breve aparición como un descacharrante viajante de comercio, disputándole el protagonismo a una enorme Margarita Lozano. Gutiérrez Aragón le proporcionó a Paco otro papel inolvidable en una empresa descabellada: era el cura en El Quijote de Miguel de Cervantes, aquella cosa tan cultural con un guión de algún negro de Cela que Gutiérrez Aragón tuvo que reescribir totalmente. Pues bien, en el papel de ese cura maldito, censor de libros –pero con buen gusto literario, pues Cervantes hablaba por su boca–, Paco volvía a lucirse como un condenado. En la continuación (o La Segunda parte de El Quijote o El Quijote II), curiosamente Paco no interpretaba al cura, sino a Pedro Recio. No obstante, Paco salía igualmente airoso de la empresa. Y la competencia no era pequeña esta vez, pues entre las dos pelis o serie y peli, hay que admitir que Fernando Rey, Galiardo, Víctor Clavijo y Manuel Alexandre estaban francamente bien. Y además salía en la II nuestra adorada Emma Suárez… (soy consciente de que la señora Snoid va a enarcar la ceja ante esto, pero es que la base de un matrimonio de éxito radica en la desconfianza).


Paco al lado del prota en un Cyrano de Estudio 1, 1966

Y hoy en día Paco, a sus 82 primaveras, sigue trabajando como un demonio dando brillo con su presencia a los productos audiovisuales más o menos horribles que le ofrecen. Y esperamos que sea así por mucho tiempo. Te queremos, Paco.

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