Ya es hora de que
abordemos algún asunto exclusivamente español. Porque, dado nuestro peculiar
carácter, los olvidados de la piel de toro son legión, como los demonios que
habitaban dentro de aquel pobrecillo hasta que Jesús los hizo salir en forma de
gorrinos y les obligó a suicidarse despeñándose por el barranco. Qué tío. Y no
es que a nosotros nos duela España: más bien nos da como vergüenza ajena.
Piensen ustedes en un equipo ministerial: ¿a qué les recuerda? ¿no caen? Pues
es como si vieran a un grupo de concursantes de un Gran Hermano para gente mayor. Esa Fátima, ese clon canario de
Aznar, esa Ana Mato, ese líder todopoderoso aunque escasamente carismático… Y
no es que le tengamos tirria al PP, no (que se la tenemos); recuerden a Leire
Pajín. O recuerden El Maine. O a
Bibiana Aído declarando que “hay que buscar una nueva masculinidad”, o a la Pajín
diciendo aquello del momento cósmico en el que se juntaron dos líderes
planetarios “de la talla de Obama y Zapatero”. Frases que se podrían haber oído
en un Gran Hermano cualquiera o en Mujeres y Hombres y viceversa. La
cantidad de tonterías que somos capaces de hacer y decir los españoles –nos
incluimos en este grupúsculo– es infinita. Reflexionen sobre todas las sandeces
que se dicen a diario sobre la deseada independencia catalana y el dichoso
plebiscito. Nosotros creemos que lo más sensato sería hacer la consulta en
cualquier parte de Iberia –Portugal incluida, que siempre la dejamos de lado
injustamente– excepto Cataluña. Así, la pregunta sería: ¿Desea usted que Cataluña sea un país independiente? Nosotros
votaríamos SÍ sin dudarlo. Pero con ciertas condiciones, como en el simulacro
aquel que se hizo a propósito de la entrada en la OTAN. La primera condición sería
que el estado español se quedara con el Ampurdán, pues es la zona de la región
de la que, gracias a la Tramontana,
proceden la mayoría de los genios catalanes, desde Guillem de Berguedà a
Albert Serra. Después procederíamos a vender Las Baleares a los germanos para
saldar nuestra demencial deuda. A ellos les iba a dar igual (a los baleares,
digo). Bien contentos que estuvieron los de Menorca durante su etapa bajo la
bandera de Su Graciosa Majestad, atiborrándose de libras. El siguiente paso
sería convertir Las Canarias en un penal -como Australia en sus orígenes– y
mandar allí a todos los que ustedes están imaginando.
Pensarán ustedes que
despreciamos España y todo lo español, en particular el cine patrio. Pues no.
Lo que ocurre es que tenemos una idea muy clara de lo que se puede hacer por
estos lares. Repasen una hipotética lista mental de las mejores pelis del cine
español: Vida en sombras, Arrebato, El espíritu de la colmena, Vacas,
El sur, Viridiana, Maravillas, La caza, Innisfree, El verdugo, Mamá es boba, El sol del membrillo, Un año
en la luna, Honor de Cavalleria…
No metemos La aldea maldita porque ya
nació vieja. ¿Y las otras mudas? Pues Un
perro andaluz (francesa, pero hecha por un baturro y un catalán con dinero
cubano), El sexto sentido (no, no es
la del indio: es de un tío de Bilbao) y quizá Al Hollywood madrileño. ¿Qué tienen en común? ¿que muchas tienen
una “v” en el título? No: que todas son, en mayor o menor grado, bizarras, cada
una a su estilo. Y esto es lo que nos gusta a los españoles, que el arte
nacional sea de esa manera particular, desde El Libro de Buen Amor a los esperpentos de Valle; desde El Escorial
al Valle de los Caídos (edificio bizarro bueno el primero; bizarro repulsivo el
segundo: ¿nadie ha pensado seriamente en dinamitarlo?); de Berruguete a Goya.
Claro que hay excepciones: uno ve un cuadro de
Velázquez o lee algo de Cervantes y piensa que hay dos buenas personas
detrás. Y cuando vemos a uno de nuestros actores bizarros favoritos, Paco Merino, por un lado se nos alegra
el corazón y por otro estamos seguros de que se trata de una buena persona.
Aquí arriba tenemos la
glosa más extensa en letra impresa que hemos podido hallar sobre Paco. Y no, no
hacemos publicidad de este volumen (Manuel González García, Diccionario Akal del teatro, Akal,
Madrid, 1998), pues pensamos que el autor se lució con eso de la “gran eficacia
y sensibilidad interpretativa”, que es como no decir nada. Nosotros
procuraremos decir algo. En primer lugar, los mayores triunfos de Paco se han
dado en la escena, porque tiene una voz espectacular y se mueve como un gato.
Como no es guapo y siempre fue bajito y rechoncho, en el cine o en la tele ha
sido una presencia fugaz (es decir, secundaria) pero constante, pues lleva en
el asunto desde los Estudio 1 de los
años sesenta hasta Bienvenidos al Lolita
pasando por decenas de películas. Y en su andadura por algunas de estas pelis
nos vamos a centrar.
Paco
en El
Dorado. De espaldas, en sus mejores
perfiles, Omero Antonutti y la millonaria excéntrica Inés Sastre
Para nosotros Paco será
siempre Salomón Toledo, pues le
descubrimos en la estupenda Maravillas
de Gutiérrez Aragón, film muy representativo del cine español, ya que había un
grupo de actores a los que se les entendía muy bien (Paco, Fernán-Gómez, Quique
San Francisco) enfrentado a otro al que no se entendía en absoluto (Cristina
Marcos, Micky Molina, El Pirri) y hoy
en día sería imposible hacer una peli así (adolescentes follando y drogándose,
niños que golpean a curas, ancianos que no disimulan su pasión por la
infancia). Salomón es un judío sefardí, mezcla de mago, charlatán y gurú. Es el
personaje que le quita todos los miedos a Maravillas (Cristina Marcos) y es un
poco como el padrino que todos hubiéramos querido tener. Como un Walter White de
buen rollo si ello fuera posible, para que me entiendan.
Foto
de Paco en la actualidad, más contento que unas pascuas
Paco siempre brilló con
luz propia, le metieran donde le metieran. En El Dorado de Carlos Saura era quizá el único actor que salía airoso
de todo el reparto. Y eso que el elenco era numeroso: Antonutti (excelente en El Sur, sí, pésimo en cualquier otra
cosa en la que haya aparecido, hermanos Taviani incluidos; un síntoma más de
que Erice es un genio), Lambert Wilson, Pepe Sancho, Poncela, Feodor Atkine y
un centenar más. Pero los que se comían la tostada en aquella aburridísima peli
de aventuras trágicas con Wagner o Amancio Prada de fondo eran nuestro Paco y
el otro Paco, Algora.
Otra
simpática instantánea de Paco
Paco, hemos de reconocerlo,
nunca ha ocultado frente a la cámara que lo suyo son las tablas. Y puede que a
ratos sea un tanto histrión. No lo ponemos en duda. Lo que nos desconcierta es
que una cualidad que es halagadora para actores como Ralph Richardson, John
Gielgud, Laurence Olivier o Peter O’Toole, todos con un punto (o dos) de ham actors, sea una desventaja aquí. Esa
cualidad de Paco la vio muy bien Erice, quien le dio un breve pero intenso
papel en El Sur: es el amante celoso
de Aurore Clément en la peli que ve Antonutti y que provoca las sospechas de su
hija Estrella. En un reparto en el que destacaba hasta Rafaela Aparicio, Paco
no podía sino hacerse notar.
Paco
junto a unos amigos
Otro fan de Paco es el
director –ya retirado, a nuestro pesar– Manuel Gutiérrez Aragón. Y decimos a
nuestro pesar porque si bien sus últimas pelis nos parecen flojas, es el hombre
que dirigió y escribió El corazón del
bosque, la citada Maravillas o Sonámbulos. Sin olvidar que Demonios en el jardín y La mitad del cielo tienen momentos
excelentes; precisamente en esta última Paco tiene una breve aparición como un
descacharrante viajante de comercio, disputándole el protagonismo a una enorme
Margarita Lozano. Gutiérrez Aragón le proporcionó a Paco otro papel inolvidable
en una empresa descabellada: era el cura en El
Quijote de Miguel de Cervantes, aquella cosa tan cultural con un guión de
algún negro de Cela que Gutiérrez Aragón tuvo que reescribir totalmente. Pues
bien, en el papel de ese cura maldito, censor de libros –pero con buen gusto
literario, pues Cervantes hablaba por su boca–, Paco volvía a lucirse como un
condenado. En la continuación (o La
Segunda parte de El Quijote o El
Quijote II), curiosamente Paco no interpretaba al cura, sino a Pedro Recio.
No obstante, Paco salía igualmente airoso de la empresa. Y la competencia no
era pequeña esta vez, pues entre las dos pelis o serie y peli, hay que admitir
que Fernando Rey, Galiardo, Víctor Clavijo y Manuel Alexandre estaban
francamente bien. Y además salía en la II nuestra adorada Emma Suárez… (soy
consciente de que la señora Snoid va a enarcar la ceja ante esto, pero es que
la base de un matrimonio de éxito radica en la desconfianza).
Paco
al lado del prota en un Cyrano de Estudio
1, 1966
Y hoy en día Paco, a sus
82 primaveras, sigue trabajando como un demonio dando brillo con su presencia a
los productos audiovisuales más o menos horribles que le ofrecen. Y esperamos
que sea así por mucho tiempo. Te queremos, Paco.
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