por el señor Snoid
Hoy vamos a intentar demostrar que uno de los mayores mega-éxitos de los años 80, Top Gun —que en fechas recientes ha tenido una secuela no menos taquillera— está directamente inspirado en una oscura película española de 1949, Alas de juventud. ¿Descabellado? Ya verán cómo no lo es tanto. El ambiente, los personajes, el “espíritu” (militarista, grotesco y facha a ultranza) y el contenido gay más o menos explícito son sospechosamente similares, salvando las enormes distancias entre los “valores de producción” de ambas películas (cazas F-14 contra avionetas casi de la I Guerra Mundial).
Vayamos paso a paso. En Top Gun se nos presenta a Maverick (Tom Cruise) como un piloto excepcional, casi suicida, que va a su bola con tal de exhibirse y quedar como el niño con el que todos quieren jugar en el recreo. En vez de expulsarle de la USAF, los mandos le envían a una academia de élite para que perfeccione sus acrobacias aéreas:
En Alas de juventud tenemos tres cuartos de lo mismo. El alférez Ródenas (Antonio Vilar) es individualista, audaz lindando (o sobrepasando) lo temerario y con idéntica pasión por chulearse. No sobrevuela por encima de la hija de un Almirante como Cruise, pero sí que sobrevuela —pero sólo eso— a la moza de sus amores, hija del Coronel-Director de la Academia General de Aviación (sita en San Javier, Murcia) y tiene el españolísimo detalle de requebrarla con un ramo de flores que cae en la pista de tenis donde la chica estaba jugando con una amiga (Cruise habría sido incapaz de bombardear con tal precisión):
En Top Gun Cruise encuentra un serio rival en Iceman (Val Kilmer), quien, a diferencia de Ródenas no es su rival amoroso como Luis (Carlos Román) en la cinta española. A Kilmer no le interesan las mujeres. Kilmer considera a Cruise como un peligroso oponente para su hegemonía como as de la aviación y al tiempo sufre una evidente atracción por un tío macizo como Tom, aunque éste sea un retaco que mide unos magros 1,70. Todas las escenas en las que aparece Kilmer con su panda de palmeros gays son de un evidente homoeroticismo de procedencia clásica (y nos preguntamos: al igual que los guerreros griegos de la antigüedad, ¿estos pilotos tendrían también una mascota masculina adolescente? Conste que no juzgamos: sólo establecemos paralelismos históricos). Cuando Kilmer se halla más a gusto es en pelotas, preferentemente ante un público de machos de verdad, y ¿qué mejor lugar que los vestuarios tras una ducha después de una dura sesión de payasadas aeronáuticas?
En Alas de juventud también hay escenas de camaradería masculina y bromazos cuartelarios de dudoso gusto. Pero recuerden que estamos en 1949: habría sido imposible mostrar a los cadetes en las duchas (si las hubiera), los hombres parecen un poco desnutridos y Ródenas no aparenta ser precisamente un jovencito. Carlos Muñoz tampoco. Ello no impide que, pese a su presunta rivalidad amorosa, recelen el uno del otro cual tigres (macho) en celo:
Los protagonistas de ambos films poseen un pasado común: sus padres fueron también extraordinarios pilotos de combate, aunque un pelín desbocados, como sus vástagos. Aquí el instructor de Cruise, Tom Skerritt, le cuenta a su pupilo el valeroso final de su papaíto. Y Skerritt muestra hacia Cruise una predilección que no sabemos si atribuir a que era amigo de su viejo, a que el joven es un piloto excepcional o a razones mucho más mundanas:
Y lo mismo le ocurrió al progenitor de Ródenas: una muerte heroica en acto de servicio, desvelada por su coronel y ¿futuro? suegro. En ambas escenas se hace hincapié en el valor sin límites que ha de poseer un piloto, en que hay que dejar el egoísmo a un lado y trabajar en equipo (masculino, naturalmente) y dejarse de alardes, que salir del armario era tan peligroso en 1949 como en 1986. Y Ródenas termina la escena de la misma forma que Cruise iniciaba la suya: contemplando ensoñadoramente una foto de papá...
Pero nuestros pilotos han de demostrar que sus enormes capacidades sirven para algo más que para ser los reyes de los billares del barrio. Cruise, tras superar una pájara monumental como si en vez de pilotar un caza estuviera subiendo en bici el Tourmalet, derriba un montón de Migs soviéticos, salvando el culo de Iceman de paso (no piensen mal: es licencia poética). Y cuando aterrizan, lo celebran al más puro estilo militar-gay:
Por desgracia, Ródenas y sus compañeros no tienen que acabar con una escuadrilla de Migs o Tupolevs (eso habría sido magnífico, pero el film español, insistimos, tiene un menguado presupuesto). Nuestro héroe español acomete, desobedeciendo las órdenes y por sus santos cojones, el arriesgadísimo rescate de su rival; este, al ver que Ródenas, coloso de Rodas, se ha jugado el pellejo por el suyo, sucumbe al fin a sus encantos: le dice tres veces “Qué valiente eres” en un tono quejumbroso que no sería extraño sustituir (si la censura lo hubiera permitido) por un “Te amo, Ródenas”.
En la conclusión, el bizarro piloto español deja incluso libre el campo amoroso a su antiguo oponente. Ya lo dice Elena (Nani Fernández): “Su único amor es volar”. Como los pájaros, añadiríamos. Y Ródenas tiene la crueldad de dejarla en brazos (es un decir) de un Luis maltrecho y en silla de ruedas, que ha tenido además que condecorarle mediante una acrobacia no aérea precisamente...
Por si todas estas pruebas no les han convencido, tenemos, cual pilotos de élite, un as en la manga. El criterio de autoridad. Y de un tipo que de guiones (y de amistades viriles) sabe un rato:
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