por el señor Snoid
Fue la mano de Dios es una excelente película de Paolo Sorrentino que nos produce una doble alegría: por un lado, Netflix demuestra que no sólo puede producir películas mediocres o sencillamente nefastas; por otro, es una delicia encontrar al Sorrentino más tierno y menos exageradamente barroco.
Para entendernos, Fue la mano de Dios es el Amarcord del director napolitano, pero allí donde Fellini daba rienda suelta a la fantasía y a las situaciones hiperbólicas (no por ello menos hilarantes), y a una cierta tendencia a la moralina (recuérdese I Vitelloni, Casanova o el último plano de La dolce vita, resumen de todo el film), Sorrentino se muestra muy contenido a la hora de rememorar su primera juventud. El inicio del film puede inducir a equívoco: la tía Patrizia (Luisa Ranieri) espera en la cola del autobús y aparece un elegante individuo en un no menos elegante coche de época. Se trata de San Gennaro, santo patrón de Nápoles. Lleva a la mujer a su santuario y allí aparece el moniciello, un monje niño ataviado con ropa talar, al que da suerte besar en la cabeza. A partir de este momento de revelación —que se repetirá brillantemente al término del film— todo es perfectamente natural: es decir, todo lo natural que puede ser la familia, vecinos y conocidos del joven Fabietto (Filippo Scotti). Una baronesa que considera que todo es plebeyo, un tío al que todo le decepciona, una madre que gasta unas gamberradas de órdago (el momento en que se hace pasar por la secretaria de Franco Zeffirelli es antológico), una hermana que vive prácticamente en el baño y a la que sólo veremos al final, cuando la casa familiar está desolada...
Aunque Sorrentino no duda en introducir momentos bufos (la mayor parte de ellos muy afortunados), hay en el film un cariño evidente por todos los personajes. Y no faltan los momentos conmovedores: así, la escena en la que el padre de Fabietto le enseña los lugares de su infancia durante la guerra y dónde conoció a su madre, o la visita de Fabietto al hospital psiquiátrico donde se halla internada Patrizia. Hay un equilibrio magistral entre el humor, la nostalgia y la ternura.
Por fortuna, Maradona sale poco. Pero es una presencia que sobrevuela todo el film. El que “una ciudad de mierda” (como describe Nápoles el padre de Fabietto) acoja “al mejor jugador de todos los tiempos” es algo que trastorna a todos los napolitanos. Como la escena en que el hermano de Fabietto, Marchino, le pregunta, ambos a punto de dormirse: “Tú qué preferirías, ¿echarle un polvo a la tía Patrizia o que venga Maradona?”. El muchacho apenas duda: “Maradona”. Y es en parte el jugador argentino y la influencia del director Antonio Paduano las figuras que determinarán la decisión de Fabietto de convertirse en director de cine.
Con una ambientación espléndida (parece que nos hallamos en cualquier ciudad cutre española de mediados de los 80: es decir, casi todas), espléndidas interpretaciones e imágenes que destacan el paso de lo hermoso a lo sórdido con asombrosa fluidez, Fue la mano de Dios, junto con sus otras virtudes ya citadas, es una película magnífica y conmovedora.
Post Scriptum
Tras ver la película, leímos una singular reseña publicada en Público escrita por Octavio Salazar. Es indudable que hemos visto películas distintas, pues el periodista no duda en afirmar cosas como las que siguen:
Hay en el cine de Paolo Sorrentino unas apuestas estéticas, y que al mismo tiempo son narrativas, que a mí me cautivan, por más que me sienta muy lejos de su universo y sea evidente el lastre de la mirada heteronormativa, y con frecuencia muy machista, con la que retrata a sus personajes masculinos y sobre todo femeninos. Es evidente que al director le interesan sobre todo los hombres, en muchos casos elevados a la categoría de dioses, y que las mujeres son en todo caso seres accesorios y, ante todo, portadoras de una belleza erotizada. Tal vez el hilo que mejor recorre toda su cinematografía sea el de unas masculinidades sagradas, en su apogeo o en crisis, y la concepción de las mujeres y de lo femenino como una suerte de paraíso. No es de extrañar pues que sus obras estén llenas de madres, putas, modelos, amantes, monjas o féminas que rayan la locura.
Nuestro hombre parece olvidar que el film está ambientado en los años 80 del siglo pasado, tiempos mucho más machistas que los actuales. Tampoco parece haber reflexionado sobre el hecho de que son las mujeres que aparecen en Era la mano de Dios quienes llevan verdaderamente las riendas. Y por otro lado, un joven de 17 primaveras en lo que piensa, además de en la poesía de Leopardi, es en follar. En 1986 y en 2021.
Lo real y lo milagroso. Y en este caso lo segundo tiene mucho que ver con el "dios" Maradona que ocupa el altar de una masculinidad que invade el patio del colegio dándole patadas a un balón. Y ya sabemos: si dios es hombre, el hombre es dios (Mary Daly).
Conclusión: no sólo el machismo (algo destestable, sí, pero insistimos en que esta no es una película "machista"), sino la mostración de la heterosexualidad juvenil, es de mal gusto hoy día. Con cita de teóloga católica gringa (¿se puede ser algo peor?) como muleta. ¡Que grande es la ultracorrección política!
¡Saludos!
ResponderEliminarSoy la señora Julio Matus Guzmán, nacida en noviembre de 1952 en Alicante, propietaria de una empresa comercial, actualmente en cuidados intensivos por enfermedad.
Perdí a mi marido, con el que no tuve la oportunidad de tener un hijo, durante la crisis de Covid-19.
Tengo un tumor cerebral y, según los exámenes médicos, esta enfermedad acabará con mi supervivencia.
Mi padre religioso y guía espiritual me recomienda regalar mi herencia para obtener el favor divino.
Me gustaría donar la suma de 332.000 euros para cuidar mi herencia y adoptar a mi cariñosa gatita Mila en una familia.
Esperando que mi nota le sea útil, y esperando su respuesta, escríbame a mi dirección de correo electrónico que figura más abajo para mantener una conversación franca y honesta con el fin de saber más sobre esta donación.
anamariajulio38@gmail.com
Gracias.
Estimada señora Julio,
EliminarCrea que nos duele en lo más hondo semejante cúmulo de desgracias. Sin embargo, no podemos colaborar en la salvación de su alma ni en su propósito de alcanzar el favor divino.
Compréndanos: de entre todos los animales domésticos que hay en casi todos los hogares españoles, los gatos son precisamente aquellos que más detestamos. Otra cosa sería si nos ofreciera una iguana o un avestruz: aceptaríamos encantados sus 332.000 euros y su consiguiente pasaporte al seno de Dios Nuestro Señor.
Le aconsejamos que busque otro receptor de sus dádivas. Seguro que su guía espiritual es un excelente candidato.
Suyos siempre, y deseándole un apacible tránsito al otro mundo,
La Redacción