martes, 22 de junio de 2021

ESTRENOS DE OCASIÓN: "HIJOS DEL SOL" (Majid Majidi, 2020)

 

por el señor Snoid


Cuando eran críos, ¿soñaban ustedes con encontrar un tesoro? Puede que esta ilusión infantil proviniera de la lectura de Stevenson o de Enyd Blyton, aunque también en los actuales entretenimientos infantiles abundan las búsquedas de tesoros (Uncharted I, II, III y IV, Zelda, Pokemon Esmeralda o el más económico Pokemon Go: vean qué puestos estamos en consolas). Pues es un tesoro lo que ansían los cuatro protagonistas de Hijos del sol. Cuatro chavales que aspiran salir de la sórdida miseria en la que viven. Tres de ellos trabajan (ilegalmente) en un taller de desguace y en los ratos libres se dedican a pequeños hurtos. El jefe mafioso de su barrio engatusa al líder de la pandilla para que se apodere de un magnífico tesoro que se halla en unas alcantarillas a las que sólo se puede acceder a través de los subterráneos de un colegio. Y nuestros héroes, muy a su pesar, tendrán que matricularse para excavar un túnel (en las horas de recreo, Educación Física o Pretecnología) que les permita alcanzar la anhelada recompensa.



Esta es la brillante premisa argumental de Hijos del sol. Pero tras estos preliminares, lo que de verdad atrae el interés del espectador es el día a día en el colegio. Una escuela en un barrio humilde de Teherán que funciona en régimen de cooperativa, no recibe ninguna subvención municipal y se las ve y se las desea para sobrevivir. La mayor parte de los profesores desarrolla una labor heroica —mal o nada retribuida, y con más sinsabores que satisfacciones: por ejemplo, el director del colegio recibe continuas llamadas por parte de la empresa que proporciona el servicio de comedor: la comida para los niños es gratuita y corre a cuenta del cole. El entorno en el que viven los chavales nos proporciona asimismo una mirada sobre la sociedad iraní. Por lo visto, abundan en Irán los refugiados afganos (el más pequeño de los chicos protagonistas) que son considerados como ciudadanos de segunda: algo así como gitanos o inmigrantes magrebíes en España (consideremos, sin embargo, que los iraníes les acogen, a diferencia de países árabes ricos como Arabia Saudí, Dubai o Emiratos Árabes, que únicamente deja traspasar sus fronteras a ex-monarcas alcoholizados con cuentas millonarias por todo el mundo).


A pesar de que la escena inicial (el robo del neumático de un Mercedes en el párking de un centro comercial y la posterior persecución a los niños por unos seguratas) está rodada “a la occidental” (suspense, montaje vertiginoso en la huída), el film pronto abandona estas veleidades y adopta un tono tragicómico que devendrá en desilusión y tragedia. Poco a poco, la pandilla se disgregará. El chiquillo afgano, que resulta ser un portento en matemáticas y al que se le ofrece una beca para estudiar en una institución “decente”, tendrá que volver con su familia a Afganistán. Otro tendrá que cuidar de su padre drogadicto.El protagonista, Ali (espléndido Roohollah Zamani) halla por fin el tesoro. Pero no es un cofre ni unas ánforas llenas de monedas (como las que han visto los críos en Internet al comienzo del film). Su encontronazo con la realidad le llevará a un ataque de tristeza, rabia y furiosa desesperación. Y es una ironía pesarosa que el único de los cuatro chiquillos que logra salir adelante lo haga porque ¡es fichado por un equipo profesional de fútbol! Conclusión: si eres pobre de solemnidad, careces de futuro y tu familia es un desastre, tu única tabla de salvación es el deporte profesional. Un interesante apunte sobre el que el film no hace ningún énfasis —y es que una de las virtudes de Hijos del sol es que carece de subrayados innecesarios y deja que el espectador que saque sus propias conclusiones.


Algunos comentaristas han reprochado a la película el hecho de ser “excesivamente amarga” (una de las anteriores películas del director Majid Majidi, El color del paraíso, sí que era absolutamente desoladora) o que al joven Ali, cuya madre está internada en un psiquiátrico y su búsqueda del tesoro estaba motivada ante todo por sacarla de allí, se le cierren todas las puertas de la esperanza. No hay tal. La película combina lo pesaroso y lo cómico con naturalidad, y, aunque su final parezca desesperanzado, hemos visto a lo largo de su aventura que los niños son lo bastante fuertes para sobrevivir a cualquier calamidad. Como terminaba una gloriosa película sobre la infancia, “They abide and they endure”.



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