La página del señor Snoid
El timo de las 3D
Algunas películas en 3D poseen una
calidad excepcional
Vaya por delante que nosotros jamás hemos visto una peli en
3D. “Pero, ¿cómo es posible que estos mentecatos tengan la desfachatez de
hablar de algo que desconocen?”, se preguntarán ustedes. En esto hemos de
darles la razón. Todo lo que viene es fruto de un experimento: si hay tantos
profesores de literatura de secundaria que sólo leen novelas del Pérez-Reverte
o del Marías acompañadas de un lexatín, y profesores universitarios de Historia
del teatro áureo que jamás van al teatro y como mucho, como mucho, han ido en
peregrinación a ese Corral de comedias de segunda división que hay en Almagro,
¿por qué no hacer lo mismo, al menos una vez?
Y eso que nos hemos tragado pelis en todos los formatos
habidos y por haber: pelis en VistaVision transformadas en formato 1.33:1,
films en falso cinerama (pantalla ancha, un proyector y las dos franjas bien
visibles para proporcionar la adecuada sensación de mareo: nunca olvidaremos La
conquista del Oeste),
en falso Cinemascope, en Sensurround (en el cine de nuestro pueblo se limitaban
a subir el volumen: qué impactante fue La batalla de Midway; la de Charlton Heston, no la de
Ford), la película pasada a más de 24f/s en doble sesión (para que la peli
fuera más breve y así el exhibidor pudiera hacer dos dobles sesiones, pese a
que la voz de John Wayne sonara un tanto aflautada) y cosas más radicales como
el film en Odorama Polyester, donde tenías que rascar un disco con colorines que te
daban con la entrada: el rojo, olor a caca de perro, el azul, calcetines sucios
(y sudados), etc. Incluso una vez vimos un documental de ballenas en un cine
IMAX, que más que sumergirnos en las profundidades oceánicas nos sumergió en un
profundo sopor. Vean qué curtidos estamos. En cierta ocasión incluso vimos en
un cine de estreno una peli rodada en Panavision y proyectada en 1.33: 1. El
proyeccionista debía estar liándose la tagarnina o echándose la siesta.
Este plano gana una barbaridad en
3D
A pesar de que se presentara últimamente como “novedad”, el
cine en 3D lleva mucho tiempo entre nosotros. De hecho, como toda gran
innovación técnica (el sonido, el color, la pantalla ancha, etc.), se ideó antes
de ponerse en práctica y se puso en práctica mucho antes de lo que ustedes
creen. La primera patente de la película en 3D es de 1899, obra de
William Friese-Green, y la primera proyección del invento tuvo lugar en Nueva
York en 1915. Se proyectaron un mediometraje co-dirigido por Edwin S. Porter, Jim
The Penman, y un
documental sobre las cataratas del Niágara que provocaron tales mareos y
dolores de cabeza al respetable que las 3D se dejaron para mejor ocasión.
Exigimos desde aquí la inmediata
reposición de este hito del cine patrio. O si no, un pase en “La noche del cine
español”
Megaestructuras nazis
Ustedes saben que todo cacharro recién inventado tiene que
ser primero investigado, probado y aprovechado por instituciones tales como el
Pentágono, el Mossad o la Abwerh. Luego se decide si les sirve o no; en caso
negativo, se puede comercializar como juguete para la plebe, o como mecanismo
de control. Desde el LSD hasta Internet esto ha sido así y lo seguirá siendo.
No es de extrañar, pues, que el Dr. Goebbels, ministro de información del III
Reich, manifestara un gran interés por el cine en 3D. Pensaba Joseph que un Triunfo
de la voluntad o
una Olimpiada
habrían sido espectáculos majestuosos (aún más majestuosos) con el añadido del
color y las 3D. Las primeras pelis nazis en 3D son de 1936 y resultan bastante
banales: sale lo típico alemán: una wurst achicharrándose en una barbacoa y unas jovencitas
nazis haciendo deporte. Esto no desanimó a Goebbels, quien en 1944, cuando
estaban perdiendo la guerra a lo grande, como todo lo que hacían los nazis,
exigió (y obtuvo) el desvío de varias divisiones para rodar una épica batalla
que los alemanes habían ganado a los británicos en Noruega cuatro años atrás.
Gracias al descifrado de la popular máquina Enigma, los británicos se enteraron
y le comunicaron a Goebbels su propósito de intervenir con hombres y maquinaria
en el remake,
pero que esta vez el resultado sería un poco distinto. Desalentado, el ministro
se decidió entonces por la superproducción Kolberg, épica historia de la resistencia
de la ciudad frente al invasor napoleónico. Durante el rodaje, los rusos
arrasaron la Kolberg real, y la peli se estrenó en la fortaleza de La Rochelle
en febrero de 1945, pues en Berlín no quedaban ni cines ni butacas ni
proyeccionistas. Y es que la pasión por el cine puede llegar a extremos
aberrantes incluso para un nazi.
La juventud aria disfruta con las
pelis 3D del Doctor Goebbels
Innovaciones y rectificaciones
Cuando el eminente cineasta soviético Eisenstein se hallaba
en 1929 en Hollywood bajo contrato con la Paramount, le enseñaron las primeras
pruebas del Cinemascope que el estudio pretendía lanzar. El comentario de
Sergei Mijailovich fue devastador: “Si el arte occidental ha optado casi
siempre por establecer claramente un arriba y un abajo (el más allá y la vida
terrenal) no veo yo que esta pantalla ancha tenga mucho sentido”. Proféticas
palabras. Sin embargo, los soviéticos también estaban intrigados por esto de
las 3D y, casi al mismo tiempo que los nazis, crearon el Stereokino, lanzándolo
con una versión de Robinson Crusoe, que a decir de las crónicas soviéticas era una maravilla:
“Los espectadores tenían la sensación de estar ellos mismos en medio de la
selva, entre pájaros y monos salvajes que les rozaban la cabeza” escribía el
crítico de Pravda.
Desafortunadamente, se estrenó en 1941, y ya sabemos que ese año los alemanes
decidieron que el pacto de no-agresión no era más que papel mojado. Del
Stereokino nunca más se supo...
Hasta que a principios de los 50 los norteamericanos se decidieron
a hacer un puñado de pelis en 3D por si sonaba la flauta. Tampoco es que se
esforzaran mucho: eran films de bajo presupuesto, de aventuras y de terror que
sin duda hubieran recuperado sus costes sin muchos problemas: Los crímenes
del museo de cera, La mujer y el monstruo o El hijo de Sinbad. Curiosas excepciones fueron el
musical Kiss me Kate y el film de Hitchcock Crimen perfecto (por aquello de las tijeras y
porque Sir Alfred nunca se negaba a probar una nadería técnica). No obstante,
los casos de neuralgia entre el público persistieron.
No es una megaestructura nazi. Es
un boceto de 1930 del arquitecto español Casto Fernández Shaw para un cine del
futuro con tres pantallas gigantes: un drive-in para ver la peli desde su coche, su avión o su autogiro
Primera peli en 3D totalmente
racista
Así, las 3D se refugiaron en el ghetto de las pelis de
terror de bajo presupuesto con unos resultados técnicos más bien defectuosos.
En tiempos recientes, sin embargo, y con la excusa de las escasas recaudaciones,
el bajón en la asistencia a los cines, la piratería (siempre la piratería), la
guerra contra el terrorismo y un montón de sandeces más, los gringos decidieron
que la gente estaba ya madura para nuevas experiencias 3D.
Los pitufos en 3D
Desde el estreno de aquel remake de Flecha rota en 2009, Avatar, hasta 2014 aparentemente se han
rodado un montón de pelis en 3D. Y decimos aparentemente porque no es oro todo lo que
reluce. Así hay un 3D “real”, donde la peli presuntamente se rueda con un par
de cámaras simultáneamente, se hace una “fusión” de los negativos, se proyecta
con un aparato especial y ha de verse preferentemente con unas gafas LCD
(similares al casco de Magneto), no esa birria de plasticurri con filtros
azules y rojos. Es obvio que su experiencia en el centro comercial no siempre
ha sido así. Y que muchas de esas pelis no se rodaron lenta, cara y
penosamente, sino que se les añadió lo del efecto tridimensional en la
postproducción: tal es el caso de Capitán América, Pacific Rim, Mad Max, Star Wars Episodio VII y cien más: es lo que se llama
“falsa 3D”.
Sin embargo, ahora parece que el furor ha decrecido y con él
la producción (o postproducción) de filmes en 3D. ¿Habrá sido una enésima moda
pasajera? ¿Volverán a la carga? ¿Será sustituido por el cine holográfico?
Apasionantes cuestiones para las que tenemos respuesta y propuesta.
El futuro de las 3D
Hay un género cinematográfico en el que esto de las 3D
tendría un éxito apocalíptico: el cine porno. Piensen ustedes en ese tipo de
peli que ha reducido su argumento a la nada y que es básicamente acción.
Imagínenselo en 3D: chorros de esperma dirigidos al rostro del respetable.
Monstruosas erecciones que invaden la totalidad del patio de butacas. Enormes
pechos siliconados que amenazan con aplastarle en su asiento. Aunque mucho nos
tememos que este tipo de cine, caballo de batalla de feministas y pajeros, ya
no se exhibe públicamente y, por tanto, habrá que esperar al advenimiento de la
Internet 3D o al perfeccionamiento de la tele 3D...
Sin embargo, sí vemos un gran futuro al cine holográfico a
poco que se perfeccione. Piénsenlo: podrán ustedes palpar personas y objetos,
tirar de las extensiones de Chewbacca, comprobar cuánto Botox tiene George
Clooney alrededor de los ojos, comprobar si lo de Fassbender es auténtico o una
prótesis digital, tocar a sus estrellas favoritas, fundirse en un abrazo con
Carmen Machi o con Steve Martin... Eso sí, cuando el futuro nos alcance.
Nuestros pícaros abuelos no
pudieron disfrutar de la maravilla de las 3D
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