La página del señor Snoid
Los directores
siempre mienten
Fritz,
un caballero austriaco un tanto trolero
Vamos a contar
mentiras
Como dice
nuestro médico de cabecera, el eminente Gregory House M. D., “Todo el mundo
miente”. Y en esto del cine más aún. Actores, productores, guionistas,
diseñadores, distribuidores, proyeccionistas e incluso extras (un conocido me
aseguró que tenía un papel secundario en Alatriste:
salía dos segundos en una escena de masas) mienten como bellacos. De momento,
nos centraremos en la figura del director, ya que, como ustedes saben, por un
lado somos adeptos a eso de la “política de los autores”, y, por otro, creemos
muy lógico que aquellos que se dedican a la puesta en escena de ficciones se
entrenen a conciencia metiendo bolas sin parar en su vida privada.
“No
soporto tanta mentira”
La autobiografía
del director: papel mojado
Por lo habitual,
cuando un director escribe sus memorias estas suelen ser harto decepcionantes.
El culmen de la autobiografía-tostón e insustancial es la de Charles Chaplin.
En realidad, más que un volumen de memorias es una especie de Gotha o de Who is Who protagonizado por Charlot con secundarios de lujo como
Einstein, Eisenstein, Churchill, Gandhi, Hearst o el Dalái Lama de entonces.
Eso sí, Chaplin se muestra enormemente generoso y no dedica ni una sola línea a
Stan Laurel (con quien llegó a América y compartió habitación de hotel durante
un año), Buster Keaton o su fotógrafo habitual Roland Tetheroh.
Otro volumen un
tanto truño es el escrito por King Vidor, publicado originalmente en España con
el escandaloso título Hollywood al
desnudo y más tarde editado por Paidós con el más correcto Un árbol es un árbol. La génesis de sus
mejores obras mudas, como The Crowd o
El gran desfile no carece de interés,
pero King se olvida, por ejemplo, de las épicas peleas que tuvo con David O.
Selznick durante el rodaje de Duelo al
sol, o de su despido y sustitución por varias decenas de directores. Un
libro que sí podría haber tenido su encanto es el de Von Sternberg, Fun in a Chinese Laundry. Lástima que
treinta años después, Josef von siguiera obsesionado por Marlene Dietrich: el
libro podría haberse titulado Memorias de
un amante despechado.
“Pero,
¿por qué coño no actúas como Gary Cooper?”
La tradición oral
John Ford se
había apuntado a eso de “imprimimos la leyenda” mucho antes de El hombre que mató a Liberty Valance. No
es que Ford contara muchas bolas, sino que más bien tendía a distorsionar
ligeramente la realidad. Por ejemplo, el legendario relato de cómo su hermano
Francis cambió su apellido (O’Feeney) por el de Ford, o cómo, según juraba, no
había visto a Fonda sin maquillaje y nariz postiza hasta que a la mitad del
rodaje de Young Mr. Lincoln se
encontró con él en el comedor del hotel y no reconoció al actor. O su épica
narración de cómo consiguió que Herbert J. Yates, el jefe de la Republic, le
financiara El hombre tranquilo. “Le
llevé a la zona más pintoresca de Connemara, donde están esas cabañas con
techado de paja. Señalé al azar una de ellas y dije: Y esa… Esa es la casita
donde yo nací”. “¿Y era verdad?”, preguntó uno de sus interlocutores. “Claro
que no. Yo nací en Portland, Maine. Pero las lágrimas corrían por mis mejillas.
Y el viejo Yates se puso a llorar también. Se sonó los mocos y dijo: “Está
bien, te dejo hacer El hombre tranquilo…
Por un millón trescientos mil dólares”.
A
ver qué boutade se me ocurre ahora…
Si Jean-Luc
Godard miente lo hace únicamente por la sana intención de escandalizar. Estaba
Jean-Luc impartiendo un curso en Canadá –del que resultó el volumen Introducción a una verdadera historia del
cine, espléndidamente editado por Miguel Marías– y entre las muchas perlas
que les soltó a sus arrobados alumnos destaca la feliz comparación entre Boinas verdes y Apocalypse Now. Jean-Luc afirmaba que sin duda la peli de Wayne era
mucho más honesta que la de Coppola, al ser más “ideológicamente comprometida”
(aunque ligeramente facha) que la de Francis. El problema es que cuando Godard
pronunció estas sabias palabras no había podido ver aún Apocalypse Now, que se hallaba todavía en fase de montaje…
El Director’s
Cut o We're Only in It for the Money
Hablando de
Francis, no hay que olvidar que hace unos años se apuntó a la moda de la
“Extended Version” o el Director’s Cut,
una moda que empezó –no casualmente– con el lanzamiento del sistema DVD.
Coppola y sus montadores se tiraron dos años y medio puliendo el montaje de Apocalypse Now para su estreno en 1979 y
el metraje resultante era de 158 minutos. Años después, no sabemos si porque en
esa época volvía a tener problemas de liquidez o la pertinaz sequía
californiana había arruinado la cosecha de sus viñedos, Francis y Walter Murch
sacaron una versión mucho más larga (y peor) del film: Apocalypse Now Redux Se incluían en el nuevo montaje escenas que
Coppola, con buen criterio, había eliminado por considerarlas flojas: la que
transcurre en la plantación francesa, el encuentro con las conejitas del Playboy (Francis consideró que no había
que dar tregua ni descanso a los tripulantes de la lancha) y algunas
incoherencias: Willard roba la tabla de surf de Kilgore: en ningún otro momento
de la peli se aprecia que el personaje tenga un carácter tan zumbón. Las
escenas y planos añadidos de Brando también se los podían haber ahorrado, en
nuestra humilde opinión. Y es que Francis, dado que abusa del litio, a veces
habla demasiado. En el excelente documental Hearts
of Darkness, el “making of” no oficial de la peli, después de ver todos los
avatares de la producción (despido del protagonista, Harvey Keitel, ataque al
corazón de su sustituto Martin Sheen, tifones, tratos con el dictador Marcos,
empleo de mano de obra filipina por cuatro céntimos, según confesaba el
diseñador Tavoularis, y demás catástrofes), que el rodaje duró más de un año y
el montaje más de dos, y que la peli acabó costando unos 40 millones de dólares
(tirando por lo bajo), Francis, al término del documental, sentenciaba: “Ahora
me ilusiona que el futuro del cine está en esos jóvenes que con sus cámaras de
video pueden hacer sus películas con presupuestos bajísimos”. Talento no le
faltaba a Francis. Morro tampoco.
Otro con mucho
menos talento, pero con ínfulas similares a las de Francis, es Ridley Scott,
quien no duda en sus últimas entrevistas en calificarse de “visionario”.
Posiblemente Blade Runner sea la peli
reciente más remontada y reestrenada de los últimos tiempos. Como sabrán, la
peli fue un fracaso enorme en su estreno allá por 1983. A las cinco o seis
personas que nos gustó sólo nos irritó el final, ese anuncio de abrigo de pieles
en el que Deckard y Rachel huyen por una carretera bordeada por un bello
paisaje. En uno de los últimos borradores del guión la cosa terminaba con
Deckard matando a Rachel –quien no podía soportar la angustia de vivir una
existencia “aplazada”, que diría Barthes–. A Ridley le pareció esto muy
deprimente y lo sustituyó por el mencionado anuncio. También el director se
empeñó en poner una narración en off,
tan mal escrita que a Harrison Ford casi le dio un ataque (hay que oír al actor
en la versión inglesa de la peli para apreciar con cuánta desgana recita el
texto). Años después, se creó un culto creciente por la peli, admiración sólo
empañada por los detalles citados. Por tanto, para hacer caja, la Warner
decidió suprimir –en los remontajes de 1992 y 2007– la narración, el final,
colocar un plano de un unicornio (extraído de la muy necia Legend, también dirigida por Scott) y difundir a los cuatro vientos
que Deckard era también un replicante. Hay que aclarar que Ridley apenas tuvo
que ver con estos posteriores apaños.
Y es que esto del director’s cut es, digámoslo claramente,
un timo en el 99% de los casos. Como el reestreno de Avatar con la adición de cinco segundos de metraje. Que sepamos,
aún no ha salido el director’s cut
de, pongamos, Avaricia, algo que sí
tendría sentido.
“Lo
reconozco: soy un mentiroso compulsivo”
El rey de los
mentirosos
Llegamos al
hombre que era capaz de soltar más trolas que un político español: Howard
Hawks. Y esto no va en demérito de su apasionante y espléndida carrera –difícil
es hallar una peli mala de Howard; ha poco, cuando vimos la última que nos
faltaba, Peligro… Línea 9000 llegamos
a conclusión de que en realidad la había dirigido Roger Corman o alguien de ese
pelaje.
En la entrevista
que le hizo el tontaina de Joseph McBride, Hawks
on Hawks, Howard se despacha a gusto, intercalando verdades (su
descubrimiento de Montgomery Clift o Lauren Bacall; su gusto por la comedia y
el western y la admisión de que en realidad casi siempre rodaba la misma
película) en medio de unas mentiras espeluznantes. Así, ante la pregunta de si
los directores jóvenes de principios de los 70 le pedían consejo, Howard se
explaya relatando cómo convenció a William Friedkin para que The French Connection fuera un gran
éxito: “Parece que a la gente le gustan las persecuciones. Mete una en la
película y hazla lo mejor y más violenta que puedas”. Lo cierto es que el
productor de la peli, Philip D’Antoni, que años atrás había producido Bullitt (hoy sólo recordada por la
escena de la persecución automovilística) fue el que exigió la inserción de esa
escena. O que James Caan no se enteró de que su papel en El Dorado era cómico. Otra historia muy bella es la génesis de El sargento York. Cuenta Howard que un
día entró en el despacho de Jesse Lasky jr., uno de los fundadores de la
Paramount, y que pasaba entonces por uno de los momentos más bajos de su
carrera (“Tenía temblores y necesitaba un afeitado”). Ni corto ni perezoso,
Howard le aseguró que reescribiría el guión y que conseguiría a Gary Cooper
para el papel protagonista. Final feliz: la película fue la más taquillera de
1941. Pero lo cierto es que fue el mismísimo Alvin York, quien llevaba casi 20
años negándose a que sus hazañas se llevaran al cine, quien exigió que o “le”
interpretaba Cooper o no había peli. No se sabe qué hace más gracia: cómo
McBride se traga sin pestañear todas estas leyendas o cómo Howard las relata
sin rubor alguno. Aunque lo que a nosotros más nos divierte es su comentario
sobre los actores más viriles de principios de los 70: “Lo cierto es que si
comparas a gente como Wayne y Mitchum con McQueen o Eastwood, estos parecen
unos afeminados”. Palabra de Howard.
Howard
con las piernas de Angie Dickinson
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