por el señor Snoid
Es este un libro excelente que aborda uno de esos singulares episodios del cine español durante la primera época del franquismo: la creación de una productora, Sagitario Films, que durante el periodo 1947-1951 lanzará diez largometrajes y dará cobijo a buena parte de los mejores directores, fotógrafos y guionistas del cine patrio de aquella época.
El principal responsable de Sagitario Films es el alemán Johannes Bernhardt, empresario de dudosos y expeditivos métodos, nazi de primera hora, general honorario de las SS y muñidor de la entrega de material bélico alemán a las tropas fascistas. De hecho, es el personaje que se encarga de convencer a Hitler de que mande al norte de África los aviones que Franco precisa para trasladar a las tropas africanas a la península. Y Bernhardt lo consigue realizando una visita al Festival de Bayreuth, donde Hitler y Göring se estaban solazando con la representación de El anillo del nibelungo. Cuatro óperas de Wagner más la labia de nuestro ejemplar hombre de negocios habrían bastado para atemperar el ánimo del Führer y que accediera al envío de unos cuantos aviones Heinkel y Junkers. Bernhardt se instala en España, donde crea Sofindus, un emporio comercial que servirá, entre otras cosas, para el envío del wolframio/tungsteno a la Alemania nazi —el mineral era necesario para el blindaje de los vistosos tanques Panzer— y otras materias primas a cambio de la ayuda militar alemana al bando franquista. Una vez que el bergante Bernhardt se ha hecho de oro gracias a un par de guerras, en 1945 las cosas, aparentemente, comienzan a torcerse. Aparentemente, porque parece que el poco escrupuloso nazi colaboró con norteamericanos y británicos cuando era evidente que el Reich no iba a durar mil años. Los aliados exigen su repatriación a Alemania, pero Bernhardt, que posee la nacionalidad española gracias a Franco, elude todos los intentos (no demasiado apremiantes, a lo que parece) y tiene incluso la caradura ejemplar de hacer unas declaraciones que le muestran como un adalid de la “nueva Europa”:
“Sabemos que Alemania ha perdido la guerra; carecemos de patria y desconocemos lo que el futuro nos deparará. Vivimos en un país neutral al que hemos estado unidos durante muchos años por intereses comunes y por relaciones de amistad. Todo lo que hemos hecho aquí lo hemos hecho con la debida corrección y, si alguna vez incurrimos en ciertas “acciones”, fue siempre con su consentimiento (…). Nuestra idea es buscar, si fuera posible, un modo constructivo en el que no nos sintamos como esclavos, sino que podamos colaborar y ser útiles en la construcción de Europa”.
Cuando las empresas del grupo Sofindus son intervenidas (parcialmente) en 1945, Bernhardt encuentra el modo de blanquear su fortuna y ¿por qué no? seguir acumulando capitales. Así que en 1947 nace la productora Sagitario Films.
Uno de los aspectos más llamativos de Sagitario Films reside en el hecho de que buena parte de sus empleados más importantes (Álvaro del Amo, Manuel Mur Oti, el músico García de Leoz, el fotógrafo Juan Mariné) habían pertenecido al bando republicano durante la guerra civil (claro que los directivos de la compañía, escogidos por Johannes Bernhardt, eran en su mayoría franquistas y falangistas de pro). Es impagable el testimonio de Mariné respecto a su “reincorporación” al cine tras el fin de la guerra y su paso por un par de campos de concentración franceses:
“Sin embargo, tenía aún pendiente el pasar por un proceso de depuración política, que era el requisito previo para reincorporarme al cine como profesional. Solicité el permiso a Falange, y de manera sorprendente me encuentro que en el despacho donde expedían los certificados estaba la misma persona que años atrás me había dado el carné de CNT-FAI. Me confesó que durante la Guerra Civil había sido espía para Falange”.
La productora comienza su andadura con Cuatro mujeres (Álvaro del Amo, 1947). Comenta Santiago Aguilar que “en cuanto a la posibilidad de una línea coherente en la estrategia productiva de la compañía interesa destacar aquí la formulación de la mujer como ideal desde un punto de vista masculino” y un cierto regusto de romanticismo de raíz germánica, algo inusual en el cine español del momento. Mayor interés posee El huésped de las tinieblas (Álvaro del Amo, 1948), fantasía inspirada en la figura de Gustavo Adolfo Bécquer, film que posee un tono lúgubre y fantástico, bien conseguido por la fotografía de Manuel Berenguer y los decorados de Sigfrido Burmann:
La fiesta sigue (Enrique Gómez, 1948) es un curioso film que pretende huir de la españolada al uso y que muestra ciertos ribetes antitaurinos. Merecería una revisión y un estudio amplio, pues no es una película en absoluto desdeñable. La crítica, no obstante, no supo apreciar en su día sus virtudes: es una constante en las reseñas de la época que reproduce Aguilar la hostilidad con que los plumillas recibían las producciones de Sagitario Films. Eran otros tiempos, no cabe duda, porque hoy día no hay film español —salvo quizá las comedias de Santiago Segura, digno continuador de la obra de Mariano Ozores— que no sea calificado instantáneamente como una obra maestra.
Para su siguiente producción, la compañía contrató a un director de prestigio, Edgar Neville, quien adaptó una obra de Santiago Rusiñol, El señor Esteve, sátira de la burguesía catalana. Ya decía el Molt Honorable Jordi Pujol, cuando era el todopoderoso amo del cotarro, que “Cataluña es un país de tenderos” (también llegó a afirmar que Cataluña era “como los Países Bajos: gente laboriosa, seria, emprendedora”: estaría pensando en Cruyff y Neeskens o en los paraísos fiscales con tráfico de diamantes). Rusiñol y Neville se adelantaron varias décadas en tal aserto.
De Alas de juventud (Álvaro del Amo, 1949), ya nos ocupamos en un antigua publicación (http://elbulevardeloscapuchinos.blogspot.com/search/label/Alas de juventud). Los críticos se ensañaron con ella por ser una especie de refrito del gran éxito de Ramón Torrado Botón de ancla, cambiando el mundo de los heroicos guardiamarinas de nuestra armada por los no menos bizarros pilotos del cuerpo de aviación. Algo bastante insólito e injusto, pues Alas de juventud es bastante más divertida que su modelo y, en definitiva, es igual de grotesca y militarista.
Un hombre va por el camino constituyó el debut en la dirección del guionista Manuel Mur Oti, hombre que tenía un altísimo concepto de sí mismo y de su talento. El film posee un interesante empleo del paisaje. Como afirma Aguilar: “supone el triunfo del paisaje sobre la dramaturgia. Los diálogos están preñados de literatura, los personajes son falsos en sus actitudes, las interpretaciones adolecen de ingenuidad en muchas de sus actitudes y el tercer acto resulta impostado”. Y además hay que señalar que Ana Mariscal era una de las actrices más cursis del mundo:
Otro debutante en la dirección fue Luis Escobar, Marqués de las marismas del Guadalquivir (y Marqués de Leguineche en la ficción berlanguiana). Los servicios secretos estadounidenses lo relacionan con la red de espionaje de Karl Arnold, político alemán que se consideraba “un socialista cristiano”:
“Luis Escobar. Escritor, segundo hijo del Marqués de Valdeiglesias, aunque en realidad podría ser hijo de Madame de Valdeiglesias y Alfonso XIII”. Y su nombre en clave era RIYKI. Escobar rueda para Sagitario Films La canción de la Malibrán (1951), una poco estimulante biografía de la cantante de ópera María García Malibrán. No volverá a ponerse detrás de las cámaras.
Neville repite con la hoy perdida Cuento de hadas (1951), film que, en principio, parece más logrado e interesante que su anterior película para Sagitario Films. Desafortunadamente, la cinta ha desaparecido y tan sólo queda el guión, las críticas de la época y diverso material gráfico.
Ese mismo año, y tras el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre España y Estados unidos en 1950, Johannes Bernhardt emprende un viaje sin retorno al paraíso de tantos nazis, Argentina, tras liquidar sus empresas en España (todas en quiebra técnica, aunque Bernhardt ha tenido buen cuidado de mover su fortuna hacia Hispanoamérica). En Argentina prosigue con sus negocios —incluso vendiendo material militar alemán al ejército español— y muere en Múnich en 1980 a los setenta y siete años.
En conclusión, un libro espléndido, magníficamente documentado y que Santiago Aguilar escribe con soltura y, en ocasiones, con un humor subterráneo y socarrón. Ágil y apasionante en la descripción de los avatares de una de las etapas más oscuras del cine español, es una lectura obligada para cualquier aficionado a la historia del cine.
Santiago Aguilar, Sagitario Films. Oro nazi para el cine español. Shangrila, Valencia, 2021.





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