lunes, 15 de julio de 2024

ESTRENOS DE OCASIÓN: "HORIZON" (Horizon: An American Saga, Kevin Costner, 2024)

 

por el señor Snoid

Lo positivo de Horizon es que no es un tostonazo al estilo de Bailando con lobos (Dances with Wolves, 1990), película que contaba (mal) durante 181 minutos lo mismo que Fuller contaba (bien) en Yuma/Run of the Arrow en 86. Y es que la primera película como director de Kevin Costner —un hombre lleno de buenas intenciones— tuvo un éxito espectacular y decenas de Óscars gracias, creemos, a la pegadiza musiquilla de John Barry y a que por aquella época hacía tiempo que no se estrenaba un western con cierto marchamo de seriedad. Tampoco es Horizon un espanto sin paliativos como Mensajero del futuro (The Postman, 1997), 177 minutos de tortura que fue rebautizada por algunos malévolos miembros del equipo de rodaje como Dryworld (en homenaje al disparate previo de Costner —sólo como actor metomentodo esta vez—, Waterworld). Desgraciadamente, tampoco es Horizon una película redonda.

Costner ha pretendido hacer algo así como la saga definitiva del western (en principio, el plan consistía en realizar cuatro largometrajes: parece que la cosa se va a quedar, por fortuna, en dos) y el resultado final es similar al de films como La Conquista del Oeste o Cimarron (versiones de 1930 y 1960): películas que poseen esporádicos buenos momentos, pero que están muy lejos de ser las apasionantes obras épicas que sus productores pretendían. No se le puede negar ambición a Costner. Ni pasión por el género. Pero sí se le puede achacar que en muchas ocasiones sus elecciones artísticas (reparto, guión, planificación, ritmo, música) sean un tanto desacertadas.


En principio, como es habitual en el Costner director, la cosa tiene sobre el papel bastante gracia: un lugar perdido en Nuevo México o Arizona (la localización real del film en Moab, Utah, en los mismos lugares donde Ford rodó Wagonmaster, es un acierto) donde van a converger los personajes de tres historias distintas. La más interesante es la que transcurre en el propio Horizon, donde hay una escena inicial bien rodada que muestra a un topógrafo y a su hijo, vigilados por unos apaches que llegan a la conclusión de que lo que están haciendo en las tierras —clavar estacas, medir distancias, establecer lindes de futuras parcelas— es una especie de “juego”. Y es que en el Este se ha difundido que el lugar es un paraíso terrenal donde los colonos van a tener una vida regalada. Costner hace justicia a la “verdad” histórica: a partir de 1849, muchos se enriquecieron vendiendo carromatos, aperos, cacharros de cocina, mulas, caballos y todo tipo de trastos a los emigrantes recién llegados de Europa y a otros infelices (les parecerá increíble, pero hubo caravanas llenas de tuberculosos que emprendieron el viaje porque se les garantizó que el clima del Oeste les iba a sentar de maravilla). En este segmento de film hay otra escena estupenda: el asedio a una cabaña que recuerda a la última parte de Los que no perdonan (The Unforgiven, John Huston, 1960). 

 

Y a propósito de esto, han surgido voces críticas por parte de la parroquia de santurrones de la Iglesia de Salvemos a los indios una vez que fueron exterminados. No es que los apaches se muestren especialmente sangrientos (nos preguntamos si podría hacerse hoy un film como La venganza de Ulzana/Ulzana's Raid, Robert Aldrich, 1972, donde los apaches se divertían mediante imaginativas torturas), pero no son precisamente las hermanitas de la caridad que parecían los Lakota en la primera película de Costner/director (la gente suele olvidar que en este film sus enemigos Pawnees aparecían como una especie de furiosa banda de punks de la pradera). También conviene recordar que “apache” es una palabra navajo que significa “el enemigo”.


El segundo relato nos muestra a una familia de villanos muy degenerados (son peores que los Clanton de Pasión de los fuertes) que persiguen a una pobre mujer y a su bebé. Ahí es donde interviene Costner, quien siempre se reserva el papel de hombre lacónico que permite que el resto del reparto hable por los codos. Y el bueno de Kevin aparece por un poblacho de Wyoming con la sana intención de tomar unos tragos y quizá echar un polvo, pero no le queda otra que actuar. De camino a la casa donde ha quedado con la joven prostituta que ejerce de canguro, uno de los malvados le da una conversación tan larga, aburrida y enojosa, desvelándole al tiempo sus intenciones, que a Costner no le queda otra que vaciar el tambor de su revólver sobre semejante tarugo. Hay un plano estupendo en este fragmento: una prostituta recostada en la ventana que saluda a Costner mientras fuma un cigarrillo.

La tercera historia, sin duda la más floja, nos presenta una caravana de colonos camino de Horizon. Tiene una obvia inspiración en el Wagonmaster de Ford, pero se queda más bien en Camino de Oregón (The Way West, Andrew V. MacLaglen, 1967), que era una especie de Peyton Place o Falcon Crest con carromatos. El mayor problema de este segmento es que Luke Wilson (el jefe de la caravana) no es precisamente Ben Johnson.

Costner no lo puede evitar: le gustan las palabras. En su mejor película, Open Range, hacía que Robert Duvall y demás personajes hablaran como cotorras, algo que perjudicaba bastante el resultado final. Y si a Wyatt Earp le bastaba un breve diálogo con Clementine Carter para terminar con el bellísimo plano final de la chica vista de espaldas y al fondo el camino interminable flanqueado por las formaciones rocosas de Monument Valley en Pasión de los fuertes (My Darling Clementine, John Ford, 1946), obvia inspiración de Open Range, Costner se despedía tres veces de Annette Benning (y amenazaba con volver). Y al igual que en Horizon, también en Open Range había alguna que otra escena maravillosa: por ejemplo, la escena previa al duelo final cuando Costner y Duvall, pensando que probablemente van a morir, entran en la tienda del pueblo, Duvall se regala chocolate suizo (“se deshace en la boca”), unos cigarros (“vienen de Cuba”) y Costner consulta un catálogo de juegos de té (pues el muy torpe se había cargado el de Annette Benning en un momento previo). En Horizon sucede algo similar: escenas bien rodadas y con un punto de poesía alternan con otras cuyas posibilidades se arruinan merced a la inclusión de un diálogo explícito y bastante penoso: por ejemplo, la escena, estupenda en cuanto a sus posibilidades, en la que Frances (Sienna Miller) y el capitán Gephart (Sam Worthington) se declaran su amor con una cháchara totalmente prescindible.

No es de extrañar que los westerns predilectos de Costner sean Hombre, una buena película de Martin Ritt en la que todo el reparto —salvo Paul Newman, que interpretaba a un apache blanco— competía para ver quién parloteaba más, e Incidente en Ox-Bow, western con mensaje (el mensaje era: “No está bien eso de linchar a la gente, porque igual te equivocas y linchas a tres inocentes”). En resumidas cuentas, Horizon no es un film desdeñable, pero la irrefrenable pasión de Costner por la exposición verbal y por los planos de postal cursi dañan sobremanera los buenos momentos de la película. En fin: Costner tendría que haberle cedido la silla de director a Taylor Sheridan (Comancheria, Wind River, Yellowstone y sus decenas de spin-offs), pero como ya no se hablan...


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario